Segunda parte de la crítica sobre “Amanecer Zulú” escrita por Jorge Álvarez, licenciado en Historia. Puedes acceder a la primera parte de la misma a través de este enlace.
Crítica de “Amanecer Zulú”
Amanecer zulú se estructura en tres partes claramente diferenciadas. La primera incluye estas escenas más la presentación de los personajes durante la concentración de las tropas que van a protagonizar la campaña. Así, se van sucediendo el coronel Anthony Dunford (Burt Lancaster), el aristócrata William Vereker (Simon Ward), el sargento mayor del 24º Regimiento (Bob Hoskins), el estado mayor de Lord Chelmsford (Peter O’Toole), el célebre obispo Colenso, los oficiales Melville y Coghill, el coronel Pullienne, los encargados de los carros de munición, el soldado torpe, el oficial irlandés menospreciado, el periodista insolente, etc. La mayoría de ellos históricos, si bien algunos aparecen fusionados para sintetizar.
La segunda parte sería la invasión de Zululandia atravesando el río Búfalo -en una espectacular escena a ritmo de Bernstein rodada en el lugar original-, las primeras escaramuzas con zulúes aislados (no se muestra el ataque al kraal de Sihayo, en el que resultaron heridos los que luego tendrían que defender Rorke’s Drift), los choques personales entre Lord Chelmsford y Dunford, la acampada a los pies de la colina de Issandhlwana y la marcha de la columna del general en busca de un ejército zulú al que no hay forma de localizar; en suma, todo lo que antecedió a la batalla.
Ésta ocupa la vibrante tercera parte, desde el impactante descubrimiento de los impis por parte de una patrulla a media mañana del 23 de enero de 1879 a la frenética organización de la defensa, pasando por la gigantesca masa de guerreros entonando el grito de guerra “¡Usuthu!” (el clan de Cethswayo) y su demoledora carga contra la delgada (y demasiado dispersa) línea roja sin atender los cañonazos de dos piezas de artillería, los cohetes Congrove o las ráfagas de disparos por secciones de los fusileros.
El final es conocido, así que no hay spoiler: después de tres horas de lucha, 1.300 británicos y nativos auxiliares de un total de 1.700 fueron exterminados (entre ellos 52 oficiales, más que en Waterloo) a golpe de ikwla (una lanza corta manejada como espada) y ni siquiera pudo salvarse la bandera, a pesar de que Melville y Coghill huyeron con ella durante casi 13 kilómetros para ponerla a salvo (al final fueron cazados pero la bandera se perdió en el río, aunque sería encontrada esa noche). Ninguno de los personajes sobrevive excepto los de la columna del ausente Chelmsford y, de hecho, el campo de batalla quedó sembrado de cadáveres de un único bando, pues los zulúes se llevaron los de los suyos (un millar aproximadamente, aunque luego el número creció al ir muriendo muchos de los dos mil heridos).
Si todas las guerras son sucias ésta lo fue especialmente pues apenas se hicieron prisioneros, rematándose a los heridos por ambas partes. Y eso sin contar el destripamiento ritual que los zulúes practicaban con los enemigos caídos para liberar su espíritu, que los británicos interpretaron como una profanación infamante; especialmente en el caso de los tamborileros, niños de apenas diez años que fueron castrados y colgados de ganchos (desde entonces se proscribió su presencia en el frente).
Precisamente la película tiene un tono crítico que combina de forma bastante equilibrada con el épico. Sin embargo, el no decantarse abiertamente por ninguno en concreto la lastró ante el público, junto a otros factores como el ser una historia coral, con muchos personajes esbozados pero sin tener ninguno como referencia, algo que sí pasaba en Zulú con Michael Caine y Stanley Baker, dándole la apariencia de ser uno de los muchos filmes bélicos que por aquellos años recreaban grandes batallas de la Segunda Guerra Mundial a base de repartos estelares, sólo que en otra época y con ambientación exótica.
Cabe añadir al respecto que el metraje fue muy recortado en la sala de montaje, por lo que da la impresión de que algunas líneas argumentales quedan interrumpidas (como, por ejemplo, el presunto romance de Dunford con la hija del obispo), al igual que se eliminaron las escenas más violentas para llegar a todos los públicos cuando le hubiera ido mejor una visión más descarnada. Eso no le quita un ápice de espectacularidad a la batalla, rodada de manera impresionante y razonablemente comprensible para el neófito sin renunciar a su exactitud. Ése es uno de los puntos fuertes de Amanecer zulú, más allá de detalles introducidos por motivos dramáticos (como Vereker, que no murió salvando la bandera con Melville y Coghill sino al lado de Dunford)
En suma, se intentó primar lo histórico sobre lo artístico en una época en la que ese género decaía dando paso a la ciencia ficción, a desastres aéreos y a monstruos gigantes que seguían la estela de Tiburón. La primera mitad de la década fue el canto del cisne para el género, con Nicolás y Alejandra, Waterloo, Barry Lyndon o Aguirre, la cólera de Dios; a partir de ahí apenas se pueden contar un par de títulos como Novecento, Todos los hombres del presidente… No obstante, y como ha dicho algún crítico, queda la sensación de que Amanecer zulú es una de las películas más infravaloradas jamás estrenadas.
Segunda parte de la crítica sobre “Amanecer Zulú” escrita por Jorge Álvarez, licenciado en Historia. Puedes acceder a la primera parte de la misma a través de este enlace.
Para saber más
Jorge Álvarez es licenciado en Historia y diplomado en Archivística y Biblioteconomía. Fue fundador y director de la revista Apuntes (2002-2005), creador del blog “El Viajero Incidental”, y bloguero de viajes y turismo desde 2009 en “Viajeros”. Además, es editor de “La Brújula Verde”. Forma parte del equipo de editores de Tylium.