Roma y Cartago: entre la amistad y la aniquilación
Desde su fundación en el siglo IX a.C., la colonia fenicia de Cartago (en la costa del actual Túnez) estaba destinada a convertirse en la mayor potencia de todo el Mediterráneo. Una boyante economía comercial, una base agrícola altamente organizada y efectiva y un buen clima favorecieron a una ciudad que pudo presumir en el siglo V a.C. de tener, supuestamente, 400.000 habitantes, edificios de varias plantas, sistema de alcantarillado, una flota permanente de naves de guerra y un gran puerto. Sin embargo, el futuro prometedor de la metrópolis se vio amenazado cuando sus intereses expansionistas chocaron con los de un nuevo jugador en el tablero político mediterráneo. Esta es la historia de la relación de Roma y Cartago antes de las Guerras Púnicas.
Hasta que sus intereses empezaron a chocar a finales del siglo IV a.C., las relaciones entre Roma y Cartago eran de amistad y cooperación. De hecho, desde finales del siglo VI a.C. romanos y cartagineses habían suscrito varios tratados (509, 348, 343 y 279 a.C.) para regular sus relaciones políticas, económicas y territoriales. Aunque autores tan famosos como Herodoto de Halicarnaso o Aristóteles nos hablan de estos acuerdos, quien mejor los verifica y explica es Polibio. Este historiador nos muestra cómo ambas partes coincidían en respetar sus respectivos intereses económicos y, ante todo, sus correspondientes áreas de influencia. En el caso de Roma, esta aspiraba a controlar la totalidad de la península itálica, mientras que Cartago centraba su interés en el norte de África, Cerdeña, Sicilia y el sur de la península ibérica.
El primer tratado entre Roma y Cartago
El tratado entre Roma y Cartago del 509 a.C. puede resultar el más inverosímil de creer debido a su antigüedad y su coincidencia con el año tradicional del origen de la República Romana. No obstante, lo cierto es que la mayoría de historiadores actuales aceptan la verosimilitud del acuerdo y su fecha, ya que las investigaciones arqueológicas han demostrado que los cartagineses mantenían ya por esas fechas relaciones comerciales con los etruscos en las costas italianas.
Según Polibio, los romanos se comprometieron a no interferir en las ambiciones comerciales de Cartago en África del Norte y Sicilia, mientras que los púnicos prometieron no atacar a ninguna ciudad o asentamiento bajo dominio romano. Curiosamente, incluso se especificó que si la metrópolis africana conquistaba cualquier otra ciudad italiana, esta debía ser entregada intacta de inmediato a Roma para que la controlara.
Roma y Cartago antes de las Guerras Púnicas
Un siglo y medio después, en el 348 a.C., Roma y Cartago suscribieron un segundo acuerdo, notablemente más complejo debido a la favorable evolución de sus territorios y sus economías. Sumado a lo firmado previamente, Cartago consiguió prohibir que Roma consiguiera botines de guerra, comerciara o fundara ciudades en el sur de la península Ibérica o en Cerdeña. Por su parte, los romanos reforzaron su posición hegemónica en el Lacio y lograron un acuerdo de libertad para prisioneros.
Las buenas relaciones entre ambas potencias siguieron su camino natural hasta llegar a la época de las Guerras Pírricas, cuando se transforma en una alianza militar para ir juntos contra Pirro de Epiro, el tercer jugador que amenazaba todo el tablero de juego. En el curso del conflicto, y para impedir que Pirro pueda asentarse en Sicilia sin obstáculos, los cartagineses pusieron temporalmente su poderosa flota a disposición de los romanos. Además, les suministraron víveres y material bélico para que estos pudieran enfrentarse al rey griego en suelo italiano.
Cabe destacar que en todos los acuerdos se llevaron a cabo juramentos obligatorios. Siempre según Polibio, en los primeros pactos los púnicos juraron por los dioses paternos y los romanos por Ares y por Enialio, y por las piedras, según una antigua costumbre. La persona que lo hacía tomaba en su mano una piedra y, tras pronunciar el juramento, decía solemnemente: «Si cumplo este juramento, que todo me vaya bien, pero si obro o pienso de manera distinta, que todos los demás se salven y yo solo caiga así, como ahora esta piedra». Y tras decir eso, se arrojaba la piedra al suelo.
En conclusión, podríamos decir que Roma y Cartago cooperaron de forma eficiente mientras ambos salían beneficiados de la situación o podían eliminar a un enemigo común. No obstante, una vez que las dos potencias se fortalecieron con el resultado de las Guerras Pírricas y pasaron poco después a ser vecinas, las primeras grietas no tardaron en surgir. En este nuevo escenario geopolítico, esas primeras grietas derivarían en una gran crisis que rompería definitivamente las hasta ahora buenas relaciones romano-cartaginesas. Comenzaba así la Primera Guerra Púnica.
Bibliografía
BARCELÓ, P. (2019): Las guerras púnicas. Madrid: Editorial Síntesis.
CAMPBELL, B. (2013): Historia de Roma. Desde los orígenes hasta la caída del Imperio. Barcelona: Crítica.
GOLDSWORTHY, A. (2002): La caída de Cartago. Las Guerras Púnicas 265 – 146 a.C. Barcelona: Ariel Historia.
POLIBIO: Historias. Trad. Manuel Balasch, ed. Gredos Clásica, nº 38. Madrid, pp. 297-302.
ROLDÁN HERVÁS, J.M. (2007): Historia de Roma I. La República Romana. Barcelona: Ediciones Cátedra.