Introducción
La evolución de la expansión del poder de Roma en Italia durante la República Temprana fue realmente espectacular. Al terminar las guerras samnitas, más de la mitad de la península italiana se encontraba ya bajo el yugo de Roma de distintas formas, desde tratados de «amistad» hasta el control directo. Una vez que se acabó con los samnitas, los romanos fijaron su vista en un nuevo objetivo: las ciudades griegas del sur de Italia. Éstas rápidamente comprendieron quién tenía la posición dominante y se pusieron bajo la protección romana. No obstante, no pasó lo mismo con Tarento, la colonia griega más importante de la Magna Grecia, que decidió enfrentarse a Roma con la ayuda extranjera del rey Pirro de Epiro. Ante esto, solo cabe preguntarse… ¿quién era este rey griego y por qué aceptó ayudar a destrozar a los romanos?
La tierra de Pirro de Epiro
La península helénica que todos conocemos, integrada por Atenas, Esparta, Tebas, Delfos, Olimpia y tantas otras ciudades conocidas, limitaba en su extremo norte con el Epiro, una tierra inconquistable de bárbaros a ojos de los griegos. El Epiro es una región fría, agreste y repleta de altas cordilleras que separan diversos valles, regados por ríos que llevan agua desde las montañas balcánicas hasta los mares Egeo y Jónico. El mármol y los olivos del sur eran sustituidos por la madera, el alquitrán y los metales preciosos. A ello había que sumar los grandes campos de cultivo de cereales, los pastos para el ganado y la cría de caballos.
Entre el norte de lo que hoy es Grecia, el sureste de Albania y el sureste de Macedonia se hallaba la cordillera del monte Pindo. En esta remota zona habitaba un conjunto de tribus que, desde el siglo VI a.C. en adelante, los griegos llamaban genéricamente epirotas y macedonios, pero que tenían sus singularidades. Con el paso del tiempo, la ubicación de las distintas tribus condicionó su evolución histórica, de modo que las de la ladera oriental fueron progresivamente incorporadas al reino de Macedonia, mientras que las de la ladera opuesta acabaron integrándose en la federación epirota, dominada por entonces por la tribu de los molosos.
Es muy complicado reconstruir la historia del Epiro anterior a Pirro porque apenas contamos con datos que nos permitan conocerla. De hecho, hasta el siglo IV a.C. apenas tuvieron contacto alguno con los griegos del occidente y el sur, de manera que solo conocemos a los epirotas y sus tres principales tribus (molosos, tesprotos y caonios) gracias a las investigaciones arqueológicas. En Molosia, los miembros de la realeza se presentaban como los descendientes directos de los héroes griegos de la guerra de Troya. Concretamente, decían que Neoptólemo, hijo de Aquiles, había forzado Lanassa, la hija de Hércules, naciendo de aquel encuentro el primero de los Eácidas, la dinastía que reinó hasta los tiempos de Pirro de Epiro.
¿Quién era Pirro de Epiro?
Pirro de Epiro nació en el año 318 a.C., solo cinco años después de la muerte de Alejandro Magno, del que era pariente lejano (ambos compartían el mismo bisabuelo, el rey epirota Alcetas I). Aunque fue el único hijo varón, y por ende heredero natural, que tuvo el rey Eácides con su mujer Ftía, no tuvo una juventud nada sencilla. Cuando solo tenía dos años, un levantamiento popular y militar contra su padre obligó a su familia a exiliarse en la corte de Glaucias, rey de los taulantios, en Iliria (al norte de los Balcanes). Durante una década, Pirro creció entre los hijos de Glaucias, siendo amado y educado por Ftía como si se tratase de su propio hijo.
Mientras tanto, aquellos que habían derrocado a su familia estaban inmersos en continuas luchas por el trono. Aprovechando este caos, en el año 306 a.C. Glaucias logró entronizar de nuevo a los Eácidas como reyes de Epiro. Sin embargo, la suerte no quiso favorecer al joven Pirro, pues su padre murió en una batalla ese mismo año y él fue entronizado como rey con tan solo doce años.
Pocos años después, en el 302 a.C., Pirro de Epiro fue destronado por Casandro, el general de Alejandro Magno que se había hecho con el poder en Macedonia. Curiosamente, Pirro fue sustituido por su primo Neoptólemo II, sobrino del conquistador macedonio aupado al poder por Casandro. De nuevo en el exilio, Pirro participó en la Guerra de los Diádocos, concretamente en la batalla de Ipso (301 a.C.), en el bando de su cuñado, Demetrio Poliorcetes, hijo de Antígono I.
La muerte del emperador Tiberio
Macron, prefecto del pretorio
El Jesús histórico, la figura central del cristianismo
Tiberio y la ley de maiestas
El emperador Tiberio en Capri
Julia la Menor
Entre el 299 y el 298 a.C. Pirro de Epiro permaneció como rehén en la corte egipcia de Ptolomeo I, del bando contrario a su cuñado. No obstante, esta larga estancia en Alejandría acabó beneficiándole en gran medida. Por una parte, pudo dedicarse a estudiar muchos aspectos de la cultura helenística, y por otra parte, allí conoció y se casó con Antígona, hijastra de Ptolomeo I. Este matrimonio (el primero de ellos, pues tuvo otros muchos) fue la piedra angular que le permitió contar con el apoyo del rey egipcio para regresar al Epiro en el 298 a.C. y obligar a su primo Neoptólemo II a compartir el trono. Aun así, esta diarquía no duraría mucho, ya que a los pocos meses Pirro consiguió envenenar a su primo y quedarse solo en el trono, esta vez de forma definitiva.
Las conquistas de Pirro de Epiro
A partir del 297 a.C., con veintidós años, Pirro de Epiro pudo comenzar su propia campaña de expansión militar, cambiando de bando en la Guerra de los Diádocos al ser apoyado por Ptolomeo I de Egipto. Al margen de la conquista militar, uno de los mecanismos más empleados por Pirro de Epiro para extender su poder fue el de las alianzas matrimoniales. Así, del mismo modo que la unión con Antígona le había conseguido el trono del Epiro, en el 295 a.C. se casó con Lanassa, hija de Agatocles, tirano de Siracusa, que le regaló la isla de Córcira; y con Bircenna, hija del rey ilirio Bardilis II, en el 292 a.C.
Aunque con el paso del tiempo Pirro de Epiro también llegó a proclamarse rey de Macedonia y Tesalia, y a conquistar buena parte de los territorios de Demetrio Poliorcetes en el sur de Grecia, después de varias idas y venidas acabó perdiendo todo aquello que había conquistado. Aislado en su propio reino y privado del apoyo de aliados, Pirro de Epiro no tuvo otro remedio que orientar sus ambiciones expansionistas hacia el oeste, es decir, hacia la península itálica. Sin embargo, para poder realizar este proyecto debía reconquistar primero la isla de Córcira, que tiempo antes le había arrebatado Demetrio Poliorcetes.
Fue en este contexto cuando la ambición de Pirro se cruzó con los intereses de la colonia griega más importante de la Magna Grecia, Tarento. En el 281 a.C., los tarentinos ofrecieron a Pirro una armada para que reconquistara plenamente la isla y, después de ello, navegara hasta Italia para ayudarles a eliminar del tablero a su más feroz enemigo: la República Romana.
Bibliografía
CONNOLLY, P. (2016): La guerra en Grecia y Roma. Madrid: Desperta Ferro ediciones.
DAUBNER, F. (2017): «El Epiro antes de Pirro», en Desperta Ferro antigua y medieval, nº 43, pp. 6 – 12.
MONTERO, S.; MARTÍNEZ PINNA, J. (1990): La conquista de Italia y la igualdad de los órdenes. Madrid: Akal.
ROLDÁN HERVÁS, J.M. (2007): Historia de Roma I. La República Romana. Barcelona: Ediciones Cátedra.
RUSSO, F. (2017): «Una juventud azarosa 318-281 a.C.», en Desperta Ferro antigua y medieval, nº 43, pp. 14 – 20.