Introducción
En el siglo II a.C., el reino de Pérgamo era el centro político más importante y temido de la península de Anatolia y el principal aliado de Roma en Oriente. Sin embargo, es mucho más conocido por ser uno de los lugares más espléndidos y ricos del mundo helenístico. Con el rey Eumenes II (197 – 159 a.C.), sus dominios sumaban más de 150.000 kilómetros cuadrados y más de cinco millones de habitantes distribuidos por buena parte de la península de Anatolia y varias islas del Egeo. Más allá de su gran prosperidad, el reino es famoso sobre todo por dos construcciones muy relevantes construidas en tiempos de Eumenes II: la gran Biblioteca de Pérgamo y el gran Altar de Pérgamo.
El origen del reino de Pérgamo
El origen de la ciudad de Pérgamo durante el dominio del Imperio Persa de los aqueménidas es bastante oscuro. Antes de la época del Imperio de Macedonia solo sabemos que había surgido sobre una importante elevación de 900 metros de altura, en la orilla derecha del río Caico, a menos de treinta kilómetros de la costa oeste de la península de Anatolia (lo que hoy es Turquía).
La fortuna de la ciudad comenzó a cambiar durante la Guerra de los Diádocos (321 – 281 a.C.) entre los sucesores de Alejandro Magno. A raíz de su victoria en la batalla de Ipso (301 a.C.), el general Lísimaco se hizo con el dominio de Tracia y toda Asia Menor hasta los montes Tauro. En este contexto, la ciudad de Pérgamo tomó el protagonismo cuando se estableció en ella una guarnición al mando de Filetero de Teos destinada a proteger un inmenso tesoro de 9000 talentos de plata.
Aprovechando la rivalidad entre Lísimaco y su contrincante en Anatolia, el general Seleuco, Filetero de Teos fue ganando cada vez más autonomía. Finalmente, tras la muerte de ambos diádocos en el 281-280 a.C. comienza oficialmente la historia de Pérgamo como reino independiente, y su expansión como ciudad. Filetero de Teos se adueñó del tesoro y lo usó para embellecer su ciudad y ampliar su radio de influencia en Grecia mediante generosas donaciones a los santuarios de Delos, Delfos y Olimpia.
El reino de Pérgamo antes de Átalo III
A la muerte de Filetero de Teos el reino de Pérgamo pasó a su sobrino y heredero Eumenes I (263 – 241 a.C.). En su tiempo los seléucidas se convirtieron en los grandes adversarios bélicos de Pérgamo junto con los gálatas, un conjunto de pueblos celtas que habían cruzado a Asia Menor una década antes para saquear ciudades y arrasar campos. No obstante, fueron los gálatas los que recibieron los tributos de los de Pérgamo para ir en contra de los seléucidas.
La situación de Asia Menor cambió por completo cuando Átalo I (241 – 197 a.C.), el sucesor de Eumenes I, accedió al trono de Pérgamo en el 241 a.C. y se negó a seguir pagando a los gálatas. Éstos quisieron castigar la osadía de Pérgamo con una gran ataque, pero fueron ellos los derrotados por el soberano helenístico. Este triunfo no sólo le permitió extender su territorio hasta los montes Tauro, sino que le valió el título de rey (de hecho, fue el primero de los gobernantes de Pérgamo que se presentó como tal).
Sin embargo, la época de mayor esplendor del reino aún estaba por llegar. Gracias a la alianza entre la República Romana y los reyes Átalo I y Eumenes II, en el contexto de las Guerras Macedónicas y la guerra romano-siria contra Antíoco III, Pérgamo recibió posesiones en Grecia y todo el territorio seléucida al oeste de los montes Tauro. Precisamente, en época de Eumenes II el reino de Pérgamo se extendía desde el mar Egeo hasta Bitinia, Galacia, Capadocia y el Tauro, incluyendo islas como Egina y Andros y ciudades tan importantes como Éfeso.
La biblioteca de Pérgamo
La política exterior de Pérgamo lo convirtió en uno de los reinos más ricos de toda la Antigüedad. A la alta fertilidad de sus campos se sumaban las riquezas procedentes de los territorios anexionados: trigo, vino, aceite, caballos y ovejas, minerales preciosos, perfumes, tejidos, piezas de artesanía… Otra prueba del esplendor del reino fue la invención del pergamino, que se convirtió en el soporte de escritura más popular del mundo hasta el final de la Edad Media.
Todo ello se tradujo en obras arquitectónicas de la máxima calidad como el palacio real, el templo de Atenea y el de Deméter, el teatro, el gimnasio, el ágora superior, el santuario de Dioniso… Sin embargo, si hubo dos monumentos que simbolizaron la fama cultural y artística de Pérgamo esos fueron la Biblioteca y el Gran Altar dedicado a Zeus.
Según el biógrafo Plutarco, la biblioteca de Pérgamo tenía 200.000 rollos en el momento en que Marco Antonio decidió regalársela a Cleopatra VII (a finales del siglo I a.C.), lo que la convertiría en la segunda mayor biblioteca de la Antigüedad, solo superada por la de Alejandría.
La dinastía real de Pérgamo siempre estuvo interesada en incrementar el prestigio cultural de su reino para intentar compararse a grandes polis griegas como Atenas. Por ello sus reyes fueron mecenas y promotores de obras científicas que muchos de sus autores les dedicaron, como fue el caso de Biton con su tratado sobre máquinas de guerra y catapultas o el del matemático Apolonio de Perge. El propio rey Átalo I escribió una obra de geografía de su reino y Átalo III compuso un libro de botánica.
Apama I, la primera reina seléucida
Antíoco I Sóter
La rebelión de Aristónico
El Imperio Seléucida
La Guerra Aquea (146 a.C.)
La Batalla de Pidna
El altar de Pérgamo a Zeus
Si la biblioteca de Pérgamo fue el mayor logro cultural del reino, el gran altar de Pérgamo dedicado a Zeus fue el mayor logro artístico. Emplazado en una terraza situada bajo el templo de Atenea, el visitante tenía que rodear este monumento admirando su friso esculpido para poder llegar a las escaleras que daban acceso al interior.
Este friso decoraba todos los muros con un solo tema: la Gigantomaquia, la lucha entre los dioses y los gigantes en la que los primeros encarnaban la civilización y los segundos la barbarie. Allí se esculpió con excelsa calidad a dioses olímpicos y anatolios, constelaciones y muchos monstruos. Asimismo, en la parte alta de las paredes interiores del patio había un friso más pequeño que representaba la leyenda del héroe Télefo, hijo de Heracles/Hércules y mítico fundador de Pérgamo.
La excavación de la Acrópolis de Pérgamo realizada entre 1878 y 1886 a instancias de Carl Humann, tuvo una consecuencia directa. En 1879, debido a un acuerdo entre Alemania y el Imperio otomano, lo que quedaba del Altar de Pérgamo (sufrió algunos ataques a lo largo de los siglos) se desmontó pieza a pieza y se transportó al país germano para ser reconstruido en el lugar donde está actualmente: el Museo de Pérgamo, en Berlín.
Pérgamo, el reino legado por Átalo III
En la primavera del año 133 a.C., el rey Átalo III de Pérgamo (138 – 133 a.C.) murió sin descendencia y especificó en su testamento que quería legar su reino y todo su tesoro (excepto la propia ciudad de Pérgamo) a la República Romana. En consecuencia, Aristónico, un hijo bastardo de Eumenes II que se consideraba el legítimo heredero, se rebeló contra la ejecución de este testamento y se autoproclamó rey como Eumenes III. Tras una larga guerra de años de duración y con ayuda del Ponto, Bitinia, Capadocia y algunas ciudades autónomas, los romanos sofocaron la revuelta e hicieron de Pérgamo la provincia romana de Asia (129 a.C.), la primera en territorio oriental.
Cabe destacar que el prestigio cultural del reino de Pérgamo no se extinguió con su último soberano. En época del Imperio Romano conoció un último periodo de esplendor cuando gentes de todas partes acudían a sus escuelas de retórica y de medicina. Incluso el famoso médico Galeno (s. II d.C.) se formó allí, ya que estaba estrechamente relacionado con el cercano santuario de Asclepio, el dios griego de la medicina.
Bibliografía
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