Artículo escrito por Ricardo Núñez, graduado en Historia
Introducción
En el siglo II a.C. Roma era la principal potencia del Mediterráneo. Tras haber derrotado a las principales dinastías helenísticas del Mediterráneo oriental y haber acabado con la inestabilidad en la zona, los romanos empezaron a incluir la cuenca del Egeo en sus nuevas provincias. Sin embargo, en Asia Menor, la República encontró un peligroso enemigo. Aristónico, el último miembro de la dinastía Atálida de Pérgamo, se opuso a la última voluntad de su hermano Átalo III (138-133 a.C.) de legar el reino a los romanos y puso en jaque no solo al nuevo gobierno provincial, sino al sistema social que sostenía a todos los regímenes políticos del Mediterráneo.
El reino Atálida de Pérgamo surgió como consecuencia de la desintegración del poder seléucida en Asia Menor. Durante el siglo III a. C. los Atálidas consolidaron su independencia tras varias victorias importantes sobre los celtas gálatas y las dinastías rivales de los Antigónidas y Seléucidas. En el siglo II a. C., y gracias a la alianza con Roma, los Atálidas se convirtieron en la principal potencia de la península de Anatolia. No obstante, el reino entró en una profunda crisis interna que concluyó con su conversión en la provincia romana de Asia.
La crisis del reino de los Atálidas
La increíble expansión de Roma por el Mediterráneo alteró la vida social y económica de todas las civilizaciones que habitaban en sus orillas. En Pérgamo, la gran adquisición de territorios incorporó una gran cantidad de pueblos anatólicos (misios, frigios, lidios…) que no pudieron ser integrados dentro del funcionamiento social del reino.
Por este motivo, estos grupos, con sus propias tradiciones políticas y militares, se replegaron a los valles y montes del interior para convertirse en una amenaza constante. Asimismo, la costosa política urbanística de los Atálidas se financió mediante el aumento de la presión fiscal sobre los campesinos, quienes, afectados de igual manera por el aumento del uso de mano de obra esclava, se vieron reducidos a la pobreza.
El reinado del último atálida, Átalo III (138-133 a.C.), no hizo sino agravar más la crisis interna del reino, pues en su obsesión por los complots hacia su persona mandó ejecutar a muchos miembros de las élites urbanas.
La última voluntad del rey de entregar el reino a Roma terminó por hacer estallar la fractura social que se había fraguado en Asia durante todo el siglo II a.C. Frente al poder romano, Aristónico, hijo bastardo del rey Eumenes II, se levantó en armas para ceñirse la diadema regia con el apoyo de parte de las fuerzas reales, las élites griegas, los pobres, los esclavos y algunas tribus anatólicas.
Aristónico de Pérgamo, el bastardo que quiso ser rey
Es muy poco lo que se sabe de la figura de Aristónico de Pérgamo y de su rebelión. Su origen no está del todo claro, aunque hay alguna mención a que era el hijo que el rey Eumenes II (197-159 a.C.) tuvo con una arpista. De su vida antes de la rebelión sólo se conocen dos hechos: su participación en la guerra por el trono de Bitinia (149 a.C.), donde actuó como embajador de su tío Átalo II (159-138 a.C.) en favor del pretendiente Nicomedes; y durante el reinado de su medio hermano Átalo III (138-133 a.C.), cuando aparece como un personaje intrigante que aspiraba a derrocar a su hermanastro.
Estos escasos datos nos dibujan un Aristónico que, en el momento de la rebelión, se encontraba ya en una edad madura, con experiencia militar y política, con importantes influencias y un carisma relevante entre la población de Asia que le serviría para levantar a medio reino contra los romanos y sus aliados anatólicos.
Aristónico y el inicio de la rebelión contra Roma
El testamento de Átalo III que dejaba el reino de Pérgamo a los romanos fue rápidamente contestado por Aristónico. En el 133 a. C. Aristónico se levantó en armas con el apoyo del ejército y flota reales e importantes miembros de las élites de poleis griegas. El objetivo, como era de esperar, era tomar rápidamente la costa, las principales ciudades griegas y la capital, Pérgamo.
En este momento Roma era incapaz de enviar sus legiones a Asia, pues éstas estaban empeñadas en el sitio de Numancia (144-134 a. C.) y en la Primera Guerra Servil en Sicilia (135-132 a. C.), por lo que el peso de la guerra recayó, en un primer momento, en los aliados de Roma en Anatolia y las facciones prorromanas de Pérgamo.
Fue así que los reyes de Asia Menor —Nicomedes II de Bitinia, Mitrídates V del Ponto, Ariates V de Capadocia y Pilemenes de Plafagonia— invadieron el reino y evitaron que Aristónico se hiciera con Pérgamo y algunas ciudades importantes. Los dos primeros años de campaña debieron ser duros, pues los pónticos ocuparon la capital y el rey de Capadocia cayó en un combate en el año 131 a. C.
La derrota de la flota de Aristónico de Pérgamo en la batalla de Cime (133 a. C.) frente a los efesios incapacitó al pretendiente a controlar los puertos y evitar la llegada de las legiones, que se produjo en el 131 a. C. Ante esta situación, Aristónico optó por la retirada al valle del Caico, un abrupto territorio al este de Pérgamo de difícil acceso, pero poblado por colonos greco-macedonios, tracios y montañeses anatólicos.
El plan de Aristónico continúa: de rebelión a revolución
Tras la retirada a los valles del Caico y del Lico, Aristónico tomó rápidamente Tiatira, la colonia macedonia más antigua del lugar. Desde allí reorganizó sus fuerzas y su planteamiento político.
Al haber abandonado la toma de las ciudades costeras había renunciado a los importantes recursos de las élites griegas, por los que ahora necesitaba atraerse otros igual de importantes con los que hacer frente a las legiones de Roma y a los ejércitos de Asia Menor.
El proyecto ideológico vino de la mano de un filósofo que se había incorporado recientemente a las filas de Aristónico, Blosio de Cumas. Blosio había sido el tutor de los hermanos Graco en Roma y uno de los principales autores de la famosa reforma agraria de Tiberio. Curiosamente, el trágico desenlace de su pupilo motivó su huida de Roma y su adhesión al movimiento de Aristónico en Asia.
Aristónico llamó a los pobres y a los esclavos a unirse a su causa con la promesa de la libertad y de la construcción de una nueva sociedad basada en la igualdad social de todos sus miembros. Llamaron a esta nueva sociedad Heliópolis y a sus miembros heliopolitanos en referencia a las divinidades solares, griegas y asiáticas, que se asociaban al ideal de justicia.
El final del sueño revolucionario de Aristónico de Pérgamo
Al frente de estas nuevas fuerzas, Aristónico, ahora denominado Eumenes III, se lanzó a enfrentar a los romanos y sus aliados que se encontraban asediando el puerto de Leuce en el 131 a.C. Las fuerzas rebeldes tomaron al cónsul romano Licino Craso Muciano y a sus fuerzas por sorpresa, lo que concluyó con una derrota romana de alcance desconocido. El cónsul romano moriría poco después al ser interceptado por los tracios al servicio de Aristónico, quitándose la vida en el camino entre Elea y Esmirna.
Pese a esta victoria de Aristrónico, los romanos reorganizaron sus fuerzas bajo el mando del cónsul Marco Perperna y empujaron a los rebeldes de nuevo al valle del Caico. En aquel paraje, tras asaltar Estratodicea del Caico, derrotaron y capturaron a Aristónico en el 129 a.C. Al año siguiente, el cónsul Manio Aquilio acabó con los últimos reductos de la rebelión, poniendo así punto y final a la pretensión de Aristónico a la diadema de los Atálidas y al proyecto de revolución social de Blosio de Cumas.
La guerra de Aristónico de Pérgamo es una de tantas rebeliones a las que hubo de hacer frente Roma en su transición de la república al imperio. No obstante, Aristónico planteó una cuestión que no se vio ni en la Guerra de Euno (135-132 a. C.), ni en la Cuarta Guerra Macedónica (150-148 a. C.) ni en la Guerra de Espartaco (73-71 a. C.): la abolición del sistema social preexistente. Desgraciadamente, las fuentes del conflicto son demasiado oscuras para tratar en profundidad el tema, pero Aristónico y su rebelión merecen unas cuantas páginas más en los libros de Historia.
Artículo escrito por Ricardo Núñez, graduado en Historia
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Ricardo Núñez es graduado en Historia por la Universitat de València, máster en Historia y Ciencias de la Antigüedad por las universidades Complutense y Autónoma y máster en Educación Secundaria por la UNIR. Es fundador y administrador del perfil de Instagram, YouTube y Facebook “Helenismo y Roma”, un proyecto de divulgación de la historia del mundo helenístico y romano.