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HISTORIAE

El emperador Augusto, el primer emperador romano

Estatua del emperador Augusto en Roma

Introducción

Tras su victoria en la batalla de Accio (31 a.C.) y en la conquista de Egipto, Octaviano se convirtió en el amo y señor único e indiscutible del mundo romano. La República había sido destruida por la violencia y el desorden desde los lejanos acontecimientos de la guerra de los aliados y la marcha de Lucio Cornelio Sila sobre Roma, a principios de siglo. Más recientemente, veinte años de guerra civil casi ininterrumpida habían dinamitado las últimas esperanzas de volver a una relativa normalidad. Ahora, como el resto de la población, los senadores querían la paz por encima de cualquier otra cosa. Por ese motivo, toda Roma aclamó a Octaviano, otorgándole los honores que lo transformarían en la persona que conocemos: el emperador Augusto, el primer emperador romano.

Lo cierto es que el nuevo cabeza del Estado no lo tuvo nada fácil para crear el nuevo régimen, pero se desenvolvió con la habilidad propia de un auténtico genio de la política. En la era de Augusto no hubo nunca algo parecido a una monarquía formal, ni llegó a estar definido el cargo de emperador; de hecho, las instituciones republicanas continuaron operativas.

Augusto de Prima Porta, la estatua más famosa del emperador Augusto (Fuente: Wikimedia Commons)
Augusto de Prima Porta, la estatua más famosa del emperador César Augusto (Fuente: Wikimedia Commons)

Aun así, el emperador César Augusto combinó la realidad de un poder personal de monarquía absoluta con la apariencia de cumplimiento de los valores republicanos ideales, supo ganarse el respeto y la admiración de los diferentes estratos sociales y vertebró nuevamente una sociedad que durante demasiado tiempo se había dividido en vencedores y vencidos.

Octaviano después de la conquista de Egipto

En el año 30 a.C., muerto ya Marco Antonio, Octaviano mandaba en torno a sesenta legiones, más incluso que Julio César en el cenit de su carrera. En el futuro inmediato no había nada ni nadie que le impidiera hacer lo que le diera la gana, por lo que el Senado y los ciudadanos lo alabaron por haber traído la paz y esperaron su llegada.

La espera resultó larga, pues pasó un año antes de que regresara a Italia tras los suicidios de Marco Antonio y Cleopatra. Parte de ese periodo lo pasó en Egipto, donde había mucho que hacer para convertir la tierra de los faraones en una de las más valiosas provincias romanas. Más allá de su trabajo administrativo, también tuvo tiempo de visitar la tumba de Alejandro Magno, el mayor héroe del que se tenía constancia.

Estatua del emperador Augusto vestido como Pontifex Maximus de Roma. cargo sacerdotal que ostentaría a partir del 12 a.C.
Estatua de Augusto vestido como Pontifex Maximus de Roma. cargo sacerdotal que ostentaría a partir del 12 a.C. (Fuente: Wikimedia Commons)

A pesar de su ausencia, el futuro emperador Augusto ya estaba siendo honrado en Roma. El Senado le concedió dos triunfos, se ordenó la construcción de un arco de la victoria y su nombre fue incluido en las oraciones de los sacerdocios romanos. Sin embargo, puede que ninguno de esos honores le gustara más que el ritual realizado el 11 de enero del 29 a.C. Aquel día las puertas de bronce del pequeño templo de Jano Gemelo en el Foro fueron cerradas, algo que solo había ocurrido un par de veces a lo largo de la historia romana porque implicaba que había completa paz en el imperio.

Después de abandonar Egipto, Octaviano se trasladó a Siria. Allí se dio cuenta de que era mucho más sencillo y práctico cambiar lo menos posible el mapa político y administrativo creado por sus predecesores, de modo que, grosso modo, mantuvo las cosas como estaban y confirmó en el poder a la mayoría de los soberanos clientes.

Antes de ser el emperador Augusto

Luego de un rápido viaje por Grecia, Octaviano desembarcó en Italia en verano. Entre el 13 y el 15 de agosto del 29 a.C. se celebraron en Roma tres triunfos apoteósicos: el primero por sus campañas contra los ilirios en el 34 a.C., el segundo por la victoria de Accio y el tercero por la conquista de Egipto. Los desfiles fueron especialmente espectaculares porque había que mostrar las inmensas riquezas conseguidas en el país del Nilo. Cabe destacar que entre los trofeos humanos exhibidos esos días se encontraban los gemelos Alejandro Helios y Cleopatra Selene, los hijos de Marco Antonio y Cleopatra, que apenas habían cumplido diez años.

Estatua que representa a los hijos gemelos de Marco Antonio y Cleopatra
Estatua que representa a los hijos gemelos de Marco Antonio y Cleopatra (Fuente: Historia National Geographic)

A lo largo de su sexto consulado en el 28 a.C. (de hecho, ejerció el cargo de cónsul todos los años entre el 31 y el 23 a.C.), esta vez con Marco Vipsanio Agripa como colega, Octaviano siguió una actividad frenética. Sin investir el cargo, le dieron la autoridad de los censores para que llevara a cabo el primer censo formal de la ciudadanía desde el 70 a.C., ordenó que se quemaran los registros de deudas, devolvió el control del Tesoro al Estado, revisó y derogó algunas de las leyes creadas durante el Segundo Triunvirato y restableció el pleno funcionamiento de las asambleas romanas y los tribunales.

Además, el futuro emperador Augusto empezó obras de restauración para decenas de templos de Roma y mandó iniciar grandes proyectos en el corazón de la ciudad y fuera, en el Campo de Marte. Todo ello creó empleo para miles —quizás decenas de miles— de las personas que vivían en Roma y no tenían otra fuente de ingresos. Precisamente, Octaviano se supo ganar a los más pobres al entregar en ese año el cuádruple de la cantidad normal de grano que el Estado repartía a estos colectivos.

Las distinciones que le iban concediendo se añadían a las que ya tenía, como los derechos tribunicios, la potestad de proponer sacerdotes y nombrar patricios, el juramento del Senado de reconocer y mantener sus disposiciones, la adopción permanente del apelativo imperator al principio de su nombre…

Árbol genealógico en inglés de la familia del emperador Augusto
Árbol genealógico en inglés de la familia del emperador Augusto (Fuente: Osgood, 2019)

Junto a las ceremonias y triunfos hubo asimismo grandes divertimentos para cautivar a los ciudadanos de Roma. Se realizaron concursos atléticos, combates de gladiadores y, por primera vez, el público pudo ver cómo un cazador profesional se enfrentaba a un hipopótamo y un rinoceronte, entre otros animales salvajes.

El emperador Augusto de Roma

El 13 de enero del 27 a.C. tuvo lugar una sesión muy especial del Senado romano. En un discurso cuidadosamente preparado y ensayado, el heredero de Julio César anunció que renunciaba a sus poderes y devolvía el control de las provincias, ejércitos y leyes al Senado. La mayoría de senadores no sabían que esto iba a suceder, por lo que se dieron dos tipos de reacciones: los escépticos y los creyentes. Los primeros pensaban que no era una intención real, que solo era una actuación de cara a la galería, mientras que los segundos se dividieron entre aquellos que vieron con buenos ojos su renuncia y quienes (seguramente el grupo más grande) temieron que eso trajera de vuelta más pronto que tarde una nueva guerra civil.

En suma, los gritos que le rogaban que cambiara de opinión y continuara controlando el Estado se hicieron mayoritarios. Durante un tiempo el futuro emperador Augusto reiteró su petición de renunciar, como si se estuviera haciendo de rogar, pero al final aceptó ante la insistencia de los senadores. Para algunos autores antiguos, esto no fue más que un habilidoso espectáculo teatral de un Octaviano que buscaba una demostración pública de apoyo.

Mapa en inglés que muestra las provincias romanas occidentales a la muerte de César Augusto
Mapa en inglés que muestra las provincias romanas occidentales a la muerte del emperador Augusto (Fuente: Osgood, 2019)

Fuera como fuera, el caso es que la posición de Octaviano al frente del Estado se fortaleció. En las sesiones del 15 y 16 de enero tomó impulso la idea de conceder al joven César un nombre adicional como reconocimiento de sus increíbles servicios al Estado. En un principio se sugirió que se llamara Rómulo, para relacionarlo con el fundador de Roma, pero después fue descartado por su carácter fratricida. Finalmente, un antiguo aliado de Marco Antonio y Cleopatra propuso el nombre de Augusto y la resolución fue aceptada casi unánimemente. Por tanto, desde aquella votación su nombre formal sería Emperador César Augusto divi filius (hijo de un dios).

Se le otorgó el honor de colgar una corona cívica encima de la puerta de su casa y se añadieron los laureles de un vencedor a la decoración permanente del atrio de la misma. No obstante, lo más sustancioso estaba todavía por llegar. Investido de nuevos poderes y honores, el emperador Augusto procedió a iniciar la larga lista de reformas que sentarían las bases sobre las que se articularía Roma en los próximos cinco siglos: el Imperio Romano.

Mapa en inglés que muestra las provincias romanas orientales a la muerte de César Augusto
Mapa en inglés que muestra las provincias romanas orientales a la muerte del emperador Augusto (Fuente: Osgood, 2019)

Bibliografía

EVERITT, A. (2008): Augusto, el primer emperador. Navarra: Ariel.

GOLDSWORTHY, A. (2014): Augusto. De revolucionario a emperador. Madrid: La esfera de los libros.

MANGAS, J. (1991): Augusto. Madrid: Akal.

OSGOOD, J. (2019): Roma. La creación del Estado mundo. Madrid: Desperta Ferro.

ROLDÁN HERVÁS, J.M. (2020): Historia de Roma II. El Imperio Romano. Barcelona: Cátedra.

Resumen
El emperador Augusto: el nacimiento del primer emperador de Roma
Nombre del artículo
El emperador Augusto: el nacimiento del primer emperador de Roma
Descripción
Resumen de la biografía de Octaviano desde la conquista de Egipto hasta su nombramiento como el emperador Augusto, el primer emperador de Roma
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