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HISTORIAE

Cayo y Lucio César, los nietos de Augusto

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Introducción

Cayo César y Lucio César fueron los nietos favoritos del emperador Augusto. Hijos de Julia la Mayor y Marco Vipsanio Agripa, los hermanos fueron preparados desde pequeños para convertirse en los potenciales sucesores de Augusto, pero los azares del destino quisieron que ambos murieran con poco tiempo de diferencia cuando apenas habían llegado a la edad adulta. Su muerte dejó devastado al princeps, pero abrió la puerta para que Tiberio se convirtiera en el principal nuevo heredero. Por ello, en este artículo vamos a ver un breve resumen de la biografía de Cayo y Lucio César.

Busto de Cayo César conservado en un museo de Alemania
Busto de Cayo César conservado en un museo de Alemania (Fuente: Wikimedia Commons)

El nacimiento y la infancia de Cayo y Lucio César

Cayo y Lucio César nacieron en el 20 y en el 17 a.C., respectivamente. Al ser en su momento los únicos hijos varones nacidos de su única hija, Augusto los trató desde el principio como sus posibles sucesores en el cargo. Por este motivo, desde el 17 a.C. ambos chicos fueron adoptados formalmente por el emperador, lo que se traducía en que ahora él era su «padre». Curiosamente, las habladurías de la gente en Roma llegaron a cuestionar que el padre biológico de los jóvenes fuera Agripa, sobre todo después de que las relaciones adúlteras de Julia la Mayor salieran a la luz.

La adopción no fue solo una formalidad, ya que Augusto se implicó en su educación y vivían con él en su casa del monte Palatino. Para empezar, les enseñó a leer, a nadar y a montar a caballo, les permitía sentarse a sus pies en las comidas y lo acompañaban en muchos de sus viajes. Asimismo, en torno al 10 a.C. eligió al prestigioso gramático Marco Valerio Flaco para que fuera su tutor personal.

A lo largo de su vida este cariño no se va a extinguir, puesto que sabemos que les escribía cartas cuando no estaban juntos. En la única de estas cartas que ha sobrevivido, Augusto comienza diciendo «Saludos, mi amado Cayo, mi querido burrito, al cual, los dioses me ayuden, echo constantemente de menos cuando estás lejos de mí».

Busto de Lucio César conservado en el museo de Cuenca
Busto de Lucio César conservado en el museo de Cuenca (Fuente: Wikimedia Commons)

La preparación de unos líderes

Durante la infancia de Cayo y Lucio César, Augusto se encargó de exponerlos al ojo público, por lo que eran muy queridos por el pueblo llano. De ese modo, con solo siete años, Cayo César dirigió uno de los equipos de niños patricios que participaron en los Juegos Troyanos, unos peligrosos ejercicios de equitación y luchas simuladas realizados para celebrar la inauguración del Teatro de Marcelo.

En el 8 a.C., con doce años de edad, Cayo viajó a la Galia con el princeps para tener su primera toma de contacto con el mundo militar y la vida de las legiones. Yendo más allá, incluso apareció en monedas acuñadas para pagar al ejército. Cabe destacar que no era la primera vez que se le representaba, pues entre el 13 y el 9 a.C. se construyó el Ara Pacis, monumento en el que aparece agarrado a la toga de Agripa.

Además, en el 7 a.C. presidió dos importantes actos: por un lado, inauguró el llamado Diribitorium, un pórtico cubierto para contar los votos que formaba parte de la reconstrucción de la Saepta; por otro lado, junto a su hermano estuvo en los juegos fúnebres celebrados en conmemoración del 5º aniversario de la muerte de Agripa.

El relieve de la procesión en el Ara Pacis de Augusto. Justo en el centro de la imagen aparece un pequeño Cayo César agarrado a Agripa y mirando a Livia Drusila
El relieve de la procesión en el Ara Pacis de Augusto. Justo en el centro de la imagen aparece un pequeño Cayo César agarrado a Agripa y mirando a Livia Drusila (Fuente: Wikimedia Commons)

La mayoría de edad de Cayo y Lucio César

En el 5 a.C., coincidiendo con el duodécimo consulado de Augusto, Cayo César se vistió por primera vez con la toga virilis y se convirtió formalmente en un adulto. Entre otras cosas, se le concedió un sacerdocio y se le permitió asistir a las sesiones del Senado. Poco después el orden ecuestre le ofreció escudos y lanzas de plata, se le nombró miembro honorario y le otorgaron el título sin precedentes de princeps iuventutis («líder de la juventud»).

También se acordó que sería cónsul para el 1 d.C. Esta decisión llegaba después de que el emperador tuviera que ver y rechazar enfurecido cómo el pueblo lo votaba como su colega en las elecciones para el consulado del 5 a.C. cuando todavía no era adulto y ni siquiera estaba entre los candidatos.

Por otra parte, Lucio César alcanzó la mayoría de edad en el 2 a.C., a los quince años. Al igual que había sucedido con Cayo, fue designado para un sacerdocio, se unió a su hermano como princeps iuventutis, se le permitió asistir al Senado y fue señalado para ejercer el consulado en el 4 d.C.

Entre sus primeras funciones como adulto, Cayo César fue uno de los integrantes de la comisión que dividió el reino de Herodes el Grande tras su fallecimiento en el 4 a.C. y, conjuntamente con Lucio, presidió los juegos que tuvieron lugar por la inauguración del templo de Marte Vengador en el 2 a.C.

Bustos de Julia la Mayor (izquierda) y Marco Vipsanio Agripa, los padres de Cayo y Lucio César
Bustos de Julia la Mayor (izquierda) y Marco Vipsanio Agripa, los padres de Cayo y Lucio César (Fuente: Wikimedia Commons)

Finalmente, tal y como se había planificado, el 1 de enero del 1 d.C. Cayo asumió la máxima magistratura del Estado. Al hecho extraordinario de que solo tuviera veinte años se sumaba el que ni siquiera estaba en Roma en ese momento, pues se encontraba en Oriente desempeñando la misión que le acabaría costando la vida.

Cayo César en la campaña de los partos

En el 1 a.C., con diecinueve años, Cayo César recibió su primera misión militar y puso rumbo hacia el río Danubio para reunirse con las legiones allí estacionadas. Una vez en el lugar sus órdenes cambiaron, de manera que tuvo que marchar hacia la frontera oriental del Imperio para resolver un problema con los partos.

La amenaza a solucionar era la siguiente: el rey prorromano de Armenia había muerto, el candidato al trono avalado por Roma había sido expulsado y los partos de Fraates V estaban respaldando a un rival, Tigranes IV. Cuando estos asesinaron al aspirante de Roma, Augusto aceptó reconocer a Tigranes IV como rey a cambio de que los partos renunciaran a Armenia y a cualquier otra idea expansionista. A esto el rey Fraates V añadió la condición de que sus hermanos, que llevaban viviendo en Roma desde el 10 a.C., no salieran de la metrópolis para que no amenazaran su estabilidad en el trono.

En este complejo entramado político, Cayo César fue enviado para reunirse con Fraates V y formalizar el acuerdo. Dicho y hecho, el hijo adoptivo de Augusto y el monarca parto se reunieron, pasaron revista a sus ejércitos, celebraron fiestas apoteósicas a ambos lados del río Éufrates y se confirmaron los tratados.

Monedas en la que se representa a los nietos del emperador Augusto
Monedas en la que se representa a Cayo y Lucio César (Fuente: Tesorillo)

El triste final de Cayo y Lucio César

Hasta aquí todo parecía ir bien, pero muy pronto todo se torcería. Tigranes IV fue asesinado, probablemente por personas descontentas con su acercamiento político a Roma, por lo que Cayo recibió la orden de asegurar en el trono a su sucesor, un medo que era muy impopular entre los armenios.

En consecuencia, sectores armenios se sublevaron y Cayo tuvo que participar en algunos combates. En ese contexto, mientras asediaba una pequeña ciudad, se acercó imprudentemente a las murallas para negociar con el gobernador, que afirmaba querer revelarle jugosos secretos de los partos para cambiarse de bando y ganarse el favor de Roma. En el momento en que se estaba produciendo la entrevista durante una tregua, Cayo fue atacado a traición y recibió una herida.

El gobernador fue ejecutado y la ciudad fue capturada, pero Cayo César no volvió a ser nunca el mismo, tanto a nivel físico como psicológico. Según el historiador clásico Dion Casio, tampoco ayudó a su mejoría física el hecho de que el joven heredero cayera en una depresión a causa de su sentimiento de culpabilidad y de una gran crisis de autoconfianza en sus habilidades.

Esta falta de ánimos empeoró en el 2 d.C. cuando se enteró de que su hermano Lucio había muerto inesperadamente de una enfermedad mientras viajaba de camino a Hispania. Al verse incapaz de realizar su papel, Cayo le escribió una carta a Augusto pidiéndole que le dejara renunciar a su cargo  para retirarse a vivir en algún lugar de Siria.

Busto del nieto de Augusto conservado en un museo de Roma
Busto de Lucio César conservado en un museo de Roma (Fuente: Wikimedia Commons)

Augusto, consternado, logró convencer a su hijo-nieto para que regresara a Roma y decidiera allí su destino. Sin embargo, en el 4 d.C., en el viaje de regreso a Italia, murió debido a complicaciones derivadas de sus heridas. Tenía veintitrés años y había muerto solo dieciocho meses después de su hermano menor.

Las reacciones a la muerte de Cayo y Lucio César

Augusto, roto por el dolor, no podía imaginar nada peor. En menos de dos años había perdido a sus dos queridos nietos, dos posibles herederos que ya nunca llegarían a sucederle. Si en el 17 a.C. podía presumir de tener a cinco personas (Agripa, Tiberio, Cayo, Lucio y Druso el Mayor) que podrían compartir el poder cuando él no estuviera, ahora el único varón adulto vivo y vinculado estrechamente que podía heredar la dignidad imperial era Tiberio, su hijastro, quien, para colmo de males, se había auto exiliado a la isla de Rodas para huir de la vida pública.

Por todo el imperio se extendieron los homenajes para Cayo y Lucio César. En Corinto (Grecia) se esculpió una espléndida pareja de estatuas que lo representaban en desnudo heroico y que seguramente se encargó tras la noticia de su muerte. En Pisa (Italia), cuando murió Lucio se proyectó la edificación de un altar en el que se brindarían ofrendas anuales a su espíritu; a los dos años, con el fallecimiento de Cayo, planearon hacer un arco coronado por una estatua del joven con atuendo triunfal.

Vista exterior del Teatro de Marcelo en la actualidad
Vista exterior del Teatro de Marcelo en la actualidad (Fuente: Wikimedia Commons)

En el 14 d.C., cuando se leyó el testamento del emperador a su muerte, el preámbulo decía: «Como el destino se ha llevado cruelmente a mis hijos Cayo y Lucio, Tiberio heredará dos tercios de mis propiedades». Así, hasta el último de sus días, Augusto mostró su cariño y su tristeza por los herederos de sangre que tanto quiso y nunca consiguió.

Bibliografía

Everitt, A. (2008). Augusto, el primer emperador. Ariel.

Goldsworthy, A. (2014). Augusto. De revolucionario a emperador. La esfera de los libros.

Osgood, J. (2019). Roma. La creación del Estado mundo. Madrid: Desperta Ferro.

Southern, P. (2014). Augustus. Abingdon: Routledge.

Resumen
Cayo y Lucio César, los nietos favoritos del emperador Augusto
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Cayo y Lucio César, los nietos favoritos del emperador Augusto
Descripción
Cayo y Lucio César fueron los nietos que el emperador Augusto adoptó formalmente para que se convirtieran en sus herederos, pero el destino se lo impidió
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Comentarios (3)

Mucho me gustó profundizar en la historia que nos refresca conocimientos y nos amplía la cultura general

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Que bueno profundizar sobre la vida y obra de los romanos. Se anticiparon a nuestras vidas. Dejaron señales evidentes de sus realizaciones y de su amor por su tierra

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Que pena dos jóvenes muy capaces para representar al imperio

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