Introducción
Julia la Mayor fue la única descendencia legítima que tuvo el emperador Augusto en toda su larga vida, por lo que fue usada desde joven por su padre para tejer alianzas con los personajes más importantes de la sociedad y la política romana de la época. De esa manera, antes de cumplir los treinta años ya se había casado tres veces y tenía cinco hijos. Inconforme ante el papel que le habían adjudicado, la hija de Augusto se rebeló y cometió adulterio en repetidas ocasiones. Obligado por las circunstancias, el emperador no dudó en juzgarla y condenarla a un exilio de por vida.
La infancia de Julia la Mayor, la hija de Augusto
Julia la Mayor nació en octubre del 39 a.C. en una coyuntura bastante peculiar. Su padre, Octaviano, se divorció de su madre, Escribonia, el mismo día en que ella llegó al mundo para poder casarse con la que sería su tercera esposa, Livia Drusila.
Por lo demás, tuvo una infancia relativamente normal dentro de los estándares de la aristocracia romana si tenemos en cuenta de quién era hija. Sobre todo, se exigía a las mujeres que no tuvieran una carrera pública ni sobresalieran, que fueran honorables y que se dedicasen a cuidar a su marido y a sus hijos.
Augusto, que se presentaba como un restaurador de la antigua moral romana y un promotor de los valores tradicionales, tuvo que dar ejemplo con su única hija. En este sentido, Julia la Mayor tuvo una educación tradicional, ya que de ella se esperaba que fuera modesta, callada y prudente, y que aceptara con sumisión los roles diseñados por su padre.
En el 37 a.C., con solo dos años de vida, fue prometida a Antilo, el primogénito de Marco Antonio, pero el enlace nunca llegó a producirse porque antes de que creciera estalló la Cuarta Guerra Civil romana (32 – 30 a.C.). Cabe destacar que en este conflicto Marco Antonio la utilizó como parte de su campaña propagandística al extender rumores sobre lo mal padre que era Octaviano.
Los esposos de Julia la Mayor
Tres fueron los esposos de Julia la Mayor: Marcelo, Agripa y Tiberio. Con el primero —sobrino de Augusto y, por tanto, primo hermano de Julia— se casó en el 25 a.C. cuando él tenía diecisiete años y ella catorce. Curiosamente, Augusto estuvo enfermo aquel día y no pudo asistir a la boda, por lo que Agripa, el que sería su segundo marido, presidió la ceremonia. Inesperadamente, Marcelo cayó enfermó y murió en el 23 a.C., dejando viuda a Julia antes de tener hijos.
En el 21 a.C. Augusto organizó el matrimonio de Julia la Mayor con Marco Vipsanio Agripa, su más efectivo general y su mejor amigo. Aunque la novia tenía por aquel entonces unos dieciocho años y el novio unos cuarenta y dos, cabe decir que estas diferencias de edad eran habituales en los matrimonios de conveniencia de la aristocracia.
Pronto, el objetivo principal del matrimonio —dar nietos a Augusto para asegurar la sucesión— se cumplió. Entre el 20 y el 12 a.C. Julia tuvo cinco hijos: Cayo (20 a.C.), Julia la Menor (19 a.C.), Lucio (17 a.C.), Agripina la Mayor (14 a.C.) y Agripa Póstumo (12 a.C.). Este último recibió ese nombre porque nació cuando Agripa ya había muerto, dejando a Julia viuda por segunda vez.
El tercer matrimonio de Julia la Mayor, orquestado esta vez en el 11 a.C. con el hijastro de Augusto y futuro emperador de Roma, Tiberio, fue lo contrario al anterior. Al principio todo parecía ir bien. Entre otras cosas, Julia acompañó a su marido en alguno de sus viajes y presidió junto a su madrastra y suegra, Livia Drusila, una cena especial a la que fueron invitadas las mujeres más destacadas de la sociedad romana para celebrar las victorias militares de Tiberio.
Sin embargo, la relación se estropeó sin posibilidad de reconciliación cuando el primer hijo de la pareja falleció al poco de nacer. A medida que pasó el tiempo la pareja fue distanciándose a la vez que sus diferentes temperamentos no dejaban de chocar. Finalmente, cuando Julia la Mayor cayó en desgracia en el 2 a.C., el matrimonio fue disuelto.
Una personalidad cautivadora
La descripción más utilizada de la personalidad de Julia la Mayor proviene de un autor de principios del siglo V d.C., así que es casi imposible saber hasta qué punto supone un retrato fidedigno de la hija de Augusto. Según este escritor, Julia era una persona hedonista, dulce, de gran ingenio y astucia, muy culta gracias a su afición a la lectura pero también terca y mordaz.
Disfrutaba de su papel de hija de la persona más poderosa de Roma porque le permitía vivir rodeada de lujos y frecuentar a jóvenes aristócratas de familias prominentes, pero estaba frustrada y amargada por el rol social impuesto. Todo ello hacía que fuera una persona muy popular en Roma, tanto por derecho propio como por quién era.
En algún momento, muy probablemente desde que estaba casada con Agripa, Julia la Mayor comenzó a tener relaciones extramatrimoniales aprovechando que la mayor parte del tiempo estaba sola porque sus maridos estaban fuera de Roma en alguna campaña militar. La discreción con la que llevó siempre su vida privada le permitió ocultar el secreto a su padre, pero en el 2 a.C. todo estalló por los aires.
Julia la adúltera
De alguna forma que desconocemos, en el 2 a.C. salió a la luz pública que Julia la Mayor llevaba mucho tiempo actuando inmoralmente según la legislación social aprobada por su padre. Los autores antiguos sostienen que había tenido aventuras amorosas con hombres de las más selectas familias, entre los que se encontraba un Apio Claudio, un Graco o un Escipión. El nombre más escandaloso seguramente fue el de Julo Antonio, hijo de Marco Antonio, lo que era una doble afrenta por ser el hijo de su antiguo enemigo.
También se afirmaba que participaba en fiestas nocturnas de borrachos celebradas en público o que ejerció la prostitución con desconocidos en busca de nuevas emociones. Esta parte seguramente esté inventada para demonizar a Julia y justificar la actuación de Augusto, a pesar de que pueda tener un fondo de verdad en el sentido de que la discreción demostrada en el pasado fuera cada vez más indiscreta.
Augusto se enfadó muchísimo y consideró que la conducta de Julia la Mayor era una traición como pocas había vivido en su vida. El emperador pensaba que el acto de su hija no podía ser más indigno, avergonzante y humillante, pues era un golpe directo contra su autoridad como padre y como emperador. Su ira también se nutría de que sabía cómo se le iba a juzgar personalmente por haber permitido que alguien tan cercano a él, por culpa de su negligencia, se comportara de ese modo. Ante este panorama, solo cabía una opción para minimizar el impacto en su reputación: había que someter a su hijo a un castigo ejemplar.
Julia la mayor en el exilio
Augusto estaba tan indignado por lo sucedido que se negó a volver a ver a su hija. Fue condenada a vivir exiliada para siempre en la isla de Pandataria, en la costa de Nápoles. No contento con ello, Augusto prohibió que tuviera cualquier lujo, que bebiera vino o que estuviera acompañada de cualquier hombre que no fuera expresamente autorizado por él.
Además, estableció que, a su muerte, ni siquiera podría regresar a Roma para ser enterrada en el mausoleo familiar. A lo mejor su único consuelo fue que su madre, Escribonia, quiso voluntariamente irse a vivir con ella desde el primer día. Por otra parte, sabemos que Livia Drusila le regaló un par de esclavos para que se pusieran a su servicio.
El destino de los amantes de Julia la Mayor no fue mucho mejor. Todos ellos fueron condenados al exilio excepto Julo Antonio, que se suicidó para adelantarse a una más que probable sentencia de muerte. Cabe destacar que su joven hijo, nieto por tanto de Marco Antonio, también fue exiliado para evitar problemas futuros.
La muerte de Julia la Mayor
Cinco años después de la condena, unas manifestaciones populares en favor de Julia la Mayor hicieron que Augusto disminuyera la gravedad del castigo. Así, la hija díscola del hombre más poderoso del mundo pudo pasar el resto de sus días en una villa más cómoda cercana a la ciudad italiana de Regio, pero con la misma vida sobria y sin compañía masculina.
Nunca volvió a tener contacto con su familia ni con la grandeza imperial; de hecho, tenía prohibido salir de los límites de Regio y era vigilada por soldados veteranos. Finalmente, murió en el 14 d.C. a la edad de 53 años, poco después de la muerte del propio Augusto.
Algunos historiadores clásicos creen que un rencoroso Tiberio ordenó su asesinato una vez se hizo emperador, aunque probablemente sea falso. Julia la Mayor había dado a luz a seis hijos y había vivido excluida del mundo durante dieciséis años en unas condiciones muy duras, de manera que es fácil imaginar toda una variedad de causas naturales por las que podría haber fallecido. De ese modo acabó la historia de Julia la Mayor, hija, esposa y abuela de emperadores romanos.
Bibliografía
De La Bédoyère, G. (2019). Domina. Las mujeres que construyeron la Roma imperial. Pasado&Presente.
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Goldsworthy, A. (2014). Augusto. De revolucionario a emperador. La esfera de los libros.
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