Introducción
La Tercera Guerra Púnica (149-146 a.C.) fue el conflicto definitivo que enfrentó a las dos mayores potencias antiguas del Mediterráneo Occidental: Cartago y Roma. A diferencia de las dos anteriores, esta tercera contienda se libró totalmente en suelo africano y acabó con la destrucción total de Cartago como Estado.
Tras haber visto anteriormente las causas de la guerra, en este artículo voy a ofrecerte un resumen de la Tercera Guerra Púnica, abordando sus principales características, batallas, personajes y consecuencias. Esto siempre teniendo en cuenta que no hay ninguna duda de que la guerra fue provocada de manera deliberada por los romanos, que tenían el firme objetivo de aniquilar por completo a su enemigo.
Inicios de la Tercera Guerra Púnica para Cartago
Cuando comenzó la Tercera Guerra Púnica, Cartago era una ciudad enorme y fuertemente fortificada, rodeada por un cerco de más de treinta kilómetros de murallas. Más concretamente, en Cartago existía una triple línea de defensa que cruzaba toda la zona por la que se podía acceder a la ciudad desde tierra: una muralla de nueve metros de anchura y quince o veinte metros de altura, una zanja de unos veinte metros de anchura y una empalizada de madera.
La parte de la ciudad que lindaba con el mar está resguardada con complejos baluartes de contención. También disponían de dos puertos que eran inexpugnables desde el exterior. Y, por si todo esto no fuera suficiente, una serie de áreas pantanosas que enlazaban la zona del istmo con el centro urbano ofrecían una protección adicional.
Cuando estalló la Tercera Guerra Púnica, los cartagineses carecían de animales y de un ejército numeroso para soportar el asedio. No obstante, rápidamente consiguieron numerosos voluntarios entre los ciudadanos que aseguraron que las defensas estuvieran organizadas adecuadamente. Fuera del territorio de la ciudad, el general Asdrúbal el Beotarca estaría a la cabeza de un ejército de 30.000 hombres, resultado de su breve conflicto con Masinisa y de varias alianzas satisfactorias.
De vuelta a la ciudad, se fabricaron armas con gran rapidez aprovechando todo tipo de metales, las mujeres sacrificaron sus largos cabellos para hacer las cuerdas necesarias para hacer funcionar las catapultas, y se liberó a gran cantidad de esclavos para que sirvieran en el ejército. Asimismo, se acumularon grandes cantidades de provisiones, grano, animales, madera y materiales de construcción. Por este motivo, lo que para Roma iba a ser una rápida campaña de destrucción de un enemigo debilitado se acabó convirtiendo en una guerra de asedio que duró más de tres años.
Inicios de la Tercera Guerra Púnica para Roma
En el año 149 a.C., los dos cónsules romanos fueron enviados a África: Lucio Marcio Censorino como almirante de la flota y Manio Manilio al mando del ejército terrestre. No conocemos con certeza la cifra total de las fuerzas romanas desplegadas, aunque se estima que podría estar en torno a 40.000-50.000 hombres, lo que superaría a las utilizadas por Escipión el Africano en el 204 a.C.
Sin embargo, había otra diferencia fundamental entre ambas invasiones romanas de África. En Sicilia, Escipión había dedicado más de un año a organizar sus fuerzas veteranas de guerra para la futura campaña, asegurando asimismo el flujo constante de suministros. En contraposición, los cónsules del 149 a.C. solo habían tardado unos meses en crear un ejército desde cero, por lo que sus oficiales y soldados contaban con mucha menos experiencia. Además, los suministros empezaron a escasear desde antes del inicio de las hostilidades, puesto que el plan de los cónsules de conseguir todo lo que necesitaban in situ se vio impedido por las fuerzas de Asdrúbal el Beotarca.
Batallas de la Tercera Guerra Púnica
Más allá de las excelentes defensas de Cartago, la Tercera Guerra Púnica se alargó en el tiempo por las mediocres primeras campañas de los romanos. La campaña del 149 a.C. se caracterizó por los frustrados intentos de Censorino y Manilio de lograr una penetración del ejército en las murallas de la ciudad. Solo lo consiguieron una vez gracias al uso de dos enormes torres móviles de asedio, pero de nada sirvió porque los púnicos consiguieron repeler el ataque, reparar los desperfectos e incendiar las torres.
En el otro bando, Asdrúbal el Beotarca e Himilcón Fameas, el líder de la caballería ligera, causaron significativas bajas a los invasores no solo en el campo de batalla, sino también en los campamentos romanos. Cuando llegó el invierno, Censorino acudió a Roma para participar en la elección de los nuevos cónsules mientras que Manilio permaneció en África y sufrió algunas derrotas más.
El segundo año de la guerra (148 a.C.) transcurrió sin que se produjeran avances importantes en ningún frente. Esta vez solo uno de los cónsules, Lucio Calpurnio Pisón, se trasladó a África para gestionar el sitio, pero no efectuó ataques de envergadura a las murallas de Cartago. No obstante, los cartagineses tuvieron que encajar un duro golpe cuando Himilcón Fameas les traicionó y se pasó con sus 2000 jinetes al bando romano.
Escipión Emiliano en la Tercera Guerra Púnica
En las elecciones del año 147 a.C. salió elegido cónsul Publio Cornelio Escipión Emiliano, hijo de Lucio Emilio Paulo (el héroe romano de la batalla de Pidna contra Macedonia en el 168 a.C.) y nieto de adopción de Escipión el Africano. Al igual que éste, fue elegido cónsul (147 a.C.) antes de cumplir la edad mínima legal debido a la gran experiencia que había demostrado en el campo de batalla.
En los años anteriores al inicio de la guerra, Escipión Emiliano había logrado gran renombre en las guerras de la conquista romana de Hispania, y de hecho sería él quien lograría la rendición final de la ciudad celtíbera de Numancia (133 a.C.). Ya en África, Escipión Emiliano fue el único oficial de alto rango que consiguió distinguirse en las primeras fases de la Tercera Guerra Púnica. Por ejemplo, fue él quien consiguió convencer al rey númida Gulusa, uno de los sucesores de Masinisa, para que sus jinetes ayudaran a Manilio en la campaña del 148 a.C.
Consecuencias de las Guerras Púnicas
Causas de la Tercera Guerra Púnica
Roma contra Antíoco III el Grande
Consecuencias de la Segunda Guerra Púnica
La batalla de Zama
Escipión y la invasión romana de África
Antes de regresar al frente norteafricano como cónsul, Escipión Emiliano reclutó nuevas tropas para paliar las pérdidas sufridas en las campañas anteriores. Una vez que tomó el mando supremo, sus primeras medidas van encaminadas a reconducir la guerra hacia su exitoso final. Aislar completamente por tierra y por mar a la ciudad, impedir que le lleguen refuerzos y suministros y esperar que el hambre haga mella en los asediados es la meta del nuevo comandante.
El final de la Tercera Guerra Púnica: la destrucción de Cartago
En la primavera del año 146 a.C. comenzó la última y decisiva campaña de la Tercera Guerra Púnica. Tras una serie de concienzudos preparativos, el ataque empieza en la zona portuaria, donde los cartagineses ya no son capaces de repeler la embestida romana. En breve, miles de combatientes romanos ocuparon partes del casco antiguo de la ciudad, avanzando cada vez más hacia el centro. A partir de este momento comienza una lucha encarnizada casa por casa, bloque por bloque, calle por calle, a la que hay que sumar los incendios y el pánico generalizado entre la ciudadanía.
Un último grupo de supervivientes encabezado por Asdrúbal el Beotarca y su familia se refugió entonces en el templo de Esculapio, en el lugar más alto de toda Cartago. El historiador Polibio cuenta que, después de que Asdrúbal decidiera abandonar cobardemente a los suyos para rendirse, todos sus seguidores decidieron incendiar el templo para suicidarse. Finalmente, la esposa de Asdrúbal habría escenificado el final de Cartago de forma muy trágica cuando asesinó a sus hijos y se arrojó ella misma al fuego con los cadáveres.
Las consecuencias de la Tercera Guerra Púnica fueron absolutamente catastróficas. Para empezar, todos los habitantes de Cartago fueron asesinados o vendidos como esclavos. No conocemos con seguridad las cifras exactas de muertos, pero se estima que en torno a 50.000 personas, entre hombres, mujeres y niños, salieron de la ciudad hacia una nueva vida de esclavitud.
Al terminar el asedio, Escipión Emiliano concedió a sus hombres varios días para dedicarse al saqueo de la ciudad. Las ofrendas votivas que no fueron reclamadas se ofrecieron en subasta y el armamento y los navíos conseguidos fueron pasto de las llamas. Cumpliendo los deseos del Senado, se redujo Cartago a un gigantesco montón de escombros, cenizas y ruinas en el que no quedó ni un solo edificio en pie.
Bibliografía
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