Introducción
Se conoce con el nombre de Guerras Púnicas a la larga serie de conflictos que enfrentaron a Roma y Cartago durante más de un siglo, concretamente entre el 264 y el 146 a.C. La gran duración de las Guerras Púnicas a lo largo de 118 años no fue continuada e ininterrumpida en el tiempo, sino que se dividió en tres fases distintas: la Primera Guerra Púnica (264 – 241 a.C.), la Segunda Guerra Púnica (218 – 201 a.C.) y la Tercera Guerra Púnica (149 – 146 a.C.). En esta entrada nos vamos a adentrar en la invasión romana de África por parte de Escipión el Africano, inaugurando así la última etapa de la Segunda Guerra Púnica.
Antecedentes a la invasión romana de África
Tras la rendición de Cádiz al poco del abandono de Magón Barca, Escipión el Africano regresó a Roma. Allí, su fama era tan grande que no le costó nada asegurarse la elección al consulado en el 205 a.C., a pesar de que no tenía aún la edad mínima exigible. Desde antes, incluso cuando aún se encontraba en la península Ibérica, Escipión había comenzado a pensar en una campaña que golpease directamente el corazón de su enemigo: una invasión romana de África.
Para asegurar el éxito, Escipión sabía que necesitaba aliados más importantes. Por ello, decidió aprovechar el descontento de los númidas, vecinos de los cartagineses, para atraerlos a su bando. Luego de un tiempo de negociaciones, estas tribus se dividieron en dos cuando uno de sus líderes, Syphax, reforzó sus lazos con Cartago gracias a una boda al mismo tiempo que otro de sus líderes, Masinisa, se pasaba al bando romano.
No obstante, no todos en Roma estaban a favor de este plan tan arriesgado. De hecho, el Senado romano también se dividió en dos bandos antagónicos: los partidarios de vencer a Aníbal en Italia antes de trasladar la guerra a África y los favorables a un ataque directo sobre Cartago, tal y como ésta había hecho en el 218 a.C. sobre Italia.
Inicio de la invasión romana de África
Una vez que los seguidores de Escipión ganaron el debate, el líder romano se trasladó a la isla de Sicilia en el 205 a.C., aunque no ejecutó la invasión romana de África hasta el año siguiente. Esta decisión se entiende mucho mejor si tenemos en cuenta todos los preparativos que había que hacer para una campaña semejante: reunir una numerosa flota y dotarla de sus correspondientes tripulaciones, garantizar que los suministros no se acabarían en los meses o años que durara la estancia en el continente, preparar a las tropas para luchar y adaptarse a un territorio muy diferente… En definitiva, lo difícil no era desembarcar en África, sino resistir allí y hacer frente a las fuertes defensas que concentraría el enemigo.
En la primavera del 204 a.C., una flota romana integrada por cuarenta barcos de guerra y cuatrocientas naves de transporte partió de Sicilia rumbo al litoral norteafricano bajo las órdenes del procónsul Escipión el Africano, su hermano Lucio Cornelio Escipión Asiático, Gayo Lelio y Marco Porcio Catón. Al cabo de unos pocos días desembarcaron cerca de la ciudad de Útica, una valiosa aliada de los púnicos en la parte occidental del golfo de Cartago. Fue allí donde llegaron más tarde las fuerzas de Masinisa, diezmadas por recientes derrotas contra las de Syphax.
A partir de ese momento, los romanos comenzaron el asedio a Útica, esperando tomar la ciudad para poder utilizar su puerto como base. Como de costumbre, el asedio avanzaba muy lentamente, por lo que se prolongó durante el invierno del 204-203 a.C. Ya en primavera, Escipión preparó a sus soldados para intentar un ataque directo sobre los dos campamentos enemigos que defendían la ciudad, el de Syphax y el de Asdrúbal Gisgo. Al final, gracias al factor sorpresa, ambos campamentos fueron destruidos y las fuerzas de ambos fueron arrasadas o dispersadas.
La invasión romana de África: la batalla de las Grandes Llanuras
Lejos aún de querer solicitar la paz, el Senado cartaginés ordenó formar un nuevo ejército a sus dos líderes. Así, unas semanas más tarde, un gran contingente púnico de aproximadamente 30.000 efectivos acampó en una posición dominante en una zona conocida como las Grandes Llanuras, a unos 100 kilómetros de Cartago. Tan pronto como Escipión se enteró de esta nueva concentración de fuerzas decidió coger una parte importante de sus fuerzas para ponerse en marcha y presentar batalla.
Asdrúbal Gisgo formó su centro con las tropas celtíberas. A su lado, a la derecha se encontraba la infantería, flanqueada por la caballería, y a la izquierda los númidas de Syphax. El despliegue romano fue similar, con las legiones en el centro, flanqueadas por las alas aliadas, la caballería romana e italiana en el flanco derecho y los númidas de Masinisa a la izquierda.
Al parecer, la batalla se decantó por el lado romano desde muy pronto. Las fuerzas de Escipión, inferiores en infantería, pero dotadas de una fantástica caballería gracias a Masinisa, consiguieron un importante triunfo gracias a la superioridad operativa de la ya mencionada caballería. Cabe destacar que esta es la primera vez que la caballería al servicio de Roma lograba imponerse a la hasta entonces invicta caballería púnica. En consecuencia, Syphax huyó y Masinisa le persiguió. Por su parte, Escipión ocupó la ciudad de Túnez para así interceptar los suministros que llegaban a la metrópolis por vía terrestre.
Consecuencias de las Guerras Púnicas
La Tercera Guerra Púnica (149-146 a.C.)
Causas de la Tercera Guerra Púnica
Roma contra Antíoco III el Grande
Consecuencias de la Segunda Guerra Púnica
La batalla de Zama
Negociaciones de paz en la invasión romana de África
A pesar del cerco cada vez mayor sobre Cartago, la mayoría de miembros del gobierno no quiso iniciar negociaciones de paz hasta que supieron que Syphax había sido derrotado y hecho prisionero por Masinisa, que se lo entregó a Escipión. Al ver que no ha concluido el asedio de Útica y podría ahorrarse el asedio de una ciudad mucho mayor como Cartago, el general cede, consciente de que tiene la sartén por el mango.
Para terminar la invasión romana de África, Escipión pidió, en primer lugar, la liberación de todos los prisioneros romanos en manos de Cartago. En segundo lugar, la entrega de la mayor parte de la armada púnica, reduciendo ésta a una base mínima de veinte naves. En tercer lugar, se exigió que Cartago renunciara a cualquier dominio o pretensión sobre Hispania o las islas situadas entre Italia y el norte de África. Asimismo, Aníbal debería abandonar Italia inmediatamente, Cartago debería sufragar el pago de los alimentos al ejército romano estacionado en África y pagar una indemnización de guerra de 5000 talentos de plata.
A la espera de una confirmación del fin de la guerra por ambas partes, el armisticio temporal del 203 a.C. hace que Aníbal Barca abandone Italia y desembarque al sur de Cartago con unos 20.000 hombres, poco antes de llegar también los restos del ejército de su difunto hermano Magón. Sin embargo, un pequeño conflicto con los barcos romanos de suministros hace que la tensión aumente y finalmente se reanuden las hostilidades. Los cartagineses, envalentonados por la presencia de Aníbal, decidieron jugárselo todo a una carta y crearon un nuevo ejército para enfrentarse a los romanos en uno de los enfrentamientos más trascendentales de las Guerras Púnicas: la batalla de Zama.
Bibliografía
BARCELÓ, P. (2019): Las guerras púnicas. Madrid: Editorial Síntesis.
BARCELÓ, P. (2000): Aníbal de Cartago. Madrid: Alianza editorial.
CAMPBELL, B. (2013): Historia de Roma. Desde los orígenes hasta la caída del Imperio. Barcelona: Crítica.
GOLDSWORTHY, A. (2002): La caída de Cartago. Las Guerras Púnicas 265 – 146 a.C. Barcelona: Ariel Historia.
ROLDÁN HERVÁS, J.M. (2007): Historia de Roma I. La República Romana. Barcelona: Ediciones Cátedra.