Introducción
Se conoce con el nombre de Guerras Púnicas a la larga serie de conflictos que enfrentaron a Roma y Cartago durante más de un siglo, concretamente entre el 264 y el 146 a.C. La gran duración de las Guerras Púnicas a lo largo de 118 años no fue continuada e ininterrumpida en el tiempo, sino que se dividió en tres fases distintas: la Primera Guerra Púnica (264 – 241 a.C.), la Segunda Guerra Púnica (218 – 201 a.C.) y la Tercera Guerra Púnica (149 – 146 a.C.). En esta entrada vamos a ver cuáles fueron las principales consecuencias de la Segunda Guerra Púnica, tanto para Roma y Cartago a nivel estatal como para Aníbal y Escipión el Africano a nivel personal.
Consecuencias de la Segunda Guerra Púnica: Cartago
Tal y como vimos en la anterior entrada, la victoria de Escipión el Africano en la batalla de Zama tuvo una rápida y directa consecuencia: la rendición de Cartago. Ante esta situación, lo único que quedaba para zanjar el conflicto era firmar un tratado de paz, el cual, como era de esperar, iba a ser totalmente demoledor para los cartagineses. Para empezar, todos los prisioneros romanos y los desertores tuvieron que ser liberados sin pago de rescate, todos los elefantes de guerra fueron confiscados y toda la flota fue desmantelada hasta llegar a una expresión mínima de diez barcos.
Cartago perdió cualquier posibilidad de extenderse más allá del propio territorio de su ciudad, puesto que perdió todas sus posesiones ultramarinas y cedió territorios en el norte de África a Masinisa. Aunque a nivel de política interior Cartago seguiría siendo gobernada según sus propias leyes, no sucedió lo mismo con la política exterior. La metrópolis no solo tenía prohibido hacer cualquier tipo de guerra fuera de África, sino que tenía que pedir permiso primero a Roma antes de hacer cualquier campaña dentro de África. Aun así, lo más doloroso para Cartago fue tener que integrarse en la confederación romana de aliados. Esto implicaba que, en el futuro, la ciudad estaba obligada a ayudar militarmente a Roma siempre que esta lo requiriera.
Las consecuencias de la Segunda Guerra Púnica a nivel económico también fueron terribles. Cartago debía pagar a Roma una indemnización equivalente a 260 toneladas de plata a pagar en plazos anuales durante un periodo de cincuenta años, para que sirviera como recuerdo constante de la derrota. Además, los púnicos deberían abastecer de víveres, suministros y salarios al ejército de Escipión mientras estuvieran en territorio africano.
Al contrario de lo que pudiera pensarse, fue el propio Aníbal Barca quien animó activamente a los senadores cartagineses a aceptar las condiciones de paz propuestas por Escipión, dada la situación desesperada de la ciudad. Así, en la primavera del 201 a.C., todo se puso en marcha. El tratado se cerró con todo el ceremonial romano necesario, toda la flota púnica fue incendiada en alta mar y todos los desertores fueron crucificados o decapitados.
Consecuencias de las Guerras Púnicas
La Tercera Guerra Púnica (149-146 a.C.)
Causas de la Tercera Guerra Púnica
Roma contra Antíoco III el Grande
La batalla de Zama
Escipión y la invasión romana de África
Ironías de la vida, Aníbal y Escipión compartieron un aspecto más en sus vidas: un futuro gris. A los pocos años de su fracaso en Zama, Aníbal Barca llegó a ser sufete, el máximo cargo ejecutivo del gobierno cartaginés. No obstante, tras poco tiempo en el cargo se vio obligado a exiliarse de Cartago por la presión de sus enemigos en la ciudad, trasladándose a las cortes de distintos reyes orientales para trabajar como almirante y consejero militar. Finalmente, durante su estancia en la corte del rey Prusias de Bitinia en el 183 a.C., Aníbal se suicidó bebiéndose un veneno para evitar que los romanos lo capturaran. Su gran enemigo, Escipión, había muerto ese mismo año o el anterior, desprestigiado por un proceso de corrupción, mientras vivía retirado en su casa de campo en la Campania.
Consecuencias de la Segunda Guerra Púnica: Roma
Poco tiempo después de acabar todos los actos del acuerdo de paz, el ejército romano abandonó el norte de África. Partiendo de sus posiciones en los alrededores de Túnez, hicieron escala en Sicilia y continuaron luego hacia Italia. Al llegar a Roma, el júbilo de la población y los gobernantes se hizo palpable con el paseo triunfal de Escipión, que a partir de ese momento será llamado Africano. Curiosamente, esta será la primera vez que un general romano obtenga el nombre del pueblo que ha vencido como título honorífico.
Como dueña y señora indiscutible del Mediterráneo Occidental, otra de las consecuencias de la Segunda Guerra Púnica para Roma fue la intromisión de la influencia romana en los asuntos del Mediterráneo Oriental. Solo un año después de firmar la paz con los cartagineses, los romanos iniciaron la segunda de las Guerras Macedónicas (200-197 a.C.) al responder a la petición de auxilio de Atenas, Rodas y Pérgamo. Roma, consciente del momento de crisis que estaban viviendo los reinos helenísticos, no desaprovechó el momento para extender sus tentáculos y también se implicó en la Guerra romano-siria (192-188 a.C.) contra el rey Antíoco III del Imperio Seléucida.
Hay que entender que el proceso expansionista de Roma no obedecía a un plan de acción preconcebido, sino más bien a un buen aprovechamiento para sí misma de las circunstancias de cada momento. En el caso de la expansión por el Mediterráneo Oriental, por ejemplo, los romanos buscaban evitar la formación de cualquier otra potencia que pudiese amenazar su hegemonía como lo había hecho Cartago. Por este motivo aceptaron las ofertas de los estados griegos que, tras sus intervenciones armadas, les permitiría convertirse en un factor de peso en el mar Egeo.
Bibliografía
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