Introducción
Se conoce con el nombre de Guerras Púnicas a la larga serie de conflictos que enfrentaron a Roma y Cartago durante más de un siglo, concretamente entre el 264 y el 146 a.C. La gran duración de las Guerras Púnicas a lo largo de 118 años no fue continuada e ininterrumpida en el tiempo, sino que se dividió en tres fases distintas: la Primera Guerra Púnica (264 – 241 a.C.), la Segunda Guerra Púnica (218 – 201 a.C.) y la Tercera Guerra Púnica (149 – 146 a.C.). Tal y como veremos en el artículo de hoy, las consecuencias de las Guerras Púnicas fueron radicalmente diferentes para uno y otro bando.
La mayor parte de los problemas a los que tuvo que enfrentarse la República Romana durante su último siglo de vida fueron, directa o indirectamente, consecuencia de la expansión territorial conseguida gracias a las Guerras Púnicas. El aumento de la competencia aristocrática, la corrupción económica asociada a la carrera política, el éxodo rural o el incremento de la esclavitud, la pobreza y el endeudamiento son solo algunos de estos problemas.
El contexto de las consecuencias de las Guerras Púnicas
Antes de abordar este resumen de las consecuencias de las Guerras Púnicas, hay que destacar que la Tercera Guerra Púnica no era la única contienda militar en la que Roma estaba metida a mediados del siglo II a.C. El mismo año en que Escipión Emiliano ejecutaba la destrucción de Cartago (146 a.C.), otro ejército romano devastaba Corinto, una de las más grandes y ricas ciudades-Estado griegas, en el contexto de la Guerra Aquea.
Las legiones romanas destrozaron Corinto, realizaron un gran saqueo de sus obras de arte, vendieron como esclavos a sus ciudadanos e incendiaron todos los grandes edificios. Parte del tesoro obtenido se consagró a otros templos de Grecia, una gran parte se exhibió como trofeo en Roma y otras partes se regalaron a ciudades italianas como Pompeya.
A pesar de la violencia ejercida, Roma no quiso anexionar Grecia como una más de sus provincias en este momento. Aunque en la teoría las ciudades griegas permanecieron jurídicamente libres, en la práctica estaban igual de sometidas al poder romano que cualquier ciudad de provincia romana. El caso contrario sucedió dos años antes (148 a.C.), cuando el último intento de rebelión antirromana de las cuatro regiones de soberanía limitada en que había sido dividido el reino de Macedonia tras la batalla de Pidna (168 a.C.) implicó la anexión de estos territorios como una más de las provincias de la República Romana.
Consecuencias de las Guerras Púnicas: la política
Todas las consecuencias de las Guerras Púnicas para los púnicos se pueden resumir en una sola frase: Cartago dejó de existir a nivel político como Estado autónomo y a nivel físico y territorial como ciudad en el mapa. Roma había desencadenado una guerra para someter y, finalmente, destruir a otra ciudad-Estado cuyos intereses entraban en conflicto con los suyos propios y que era percibida como una amenaza.
Para la antigua Roma, las guerras púnicas lo fueron todo. Pasó de ser una potencia únicamente italiana en el año 265 a.C. para convertirse en la fuerza dominante de todo el Mediterráneo en el 146 a.C. A partir de este momento, la inmensa mayoría de los Estados mediterráneos estaban relacionados con Roma, ya fuera porque habían sido incorporados como provincias o porque tenían algún tipo de alianza o protectorado.
Un total de cinco provincias se habían ganado al cabo de estos años: Sicilia, Cerdeña y Córcega, gobernadas como si fuera una sola, la Hispania Citerior y la Hispania Ulterior, África y Macedonia. Si exceptuamos esta última, todas las demás habían sido conseguidas como resultado directo del conflicto con Cartago.
Antes del 265 a.C., el Senado decidía anualmente dónde enviar a los dos cónsules y cuántas tropas deberían reclutarse y ponerse bajo su mando. Durante el siglo II ese proceso fue esencialmente el mismo, pero ejecutado por un número cada vez mayor de magistrados. Ahora el Senado necesitaba nombrar gobernadores para un número cada vez mayor de provincias, decidiendo además si enviaban a uno de los nuevos magistrados elegidos o si prorrogaban el imperium del anterior. Aparte, debía considerar también si el gobernador necesitaba un ejército y de qué tamaño, y atender a las numerosas embajadas extranjeras que acudían a Roma para ganarse su favor.
Consecuencias de las Guerras Púnicas: sociedad y economía
Roma salió victoriosa de las Guerras Púnicas no sólo porque poseía grandes recursos en hombres y riquezas, sino también por su voluntad de invertirlos en grandes cantidades, insistiendo en mantener un conflicto que muchas veces pudo haber perdido. Sin embargo, las consecuencias de las Guerras Púnicas no afectarían por igual a todos los sectores de la sociedad.
Como consecuencia de la ampliación del mundo romano, los intereses económicos de comerciantes y clases dirigentes también se expandieron, generando a largo plazo un empobrecimiento de los pequeños agricultores. Esto se debió a que una parte de la élite, enriquecida con sus negocios en Oriente o Hispania, invirtió sus ganancias en Italia, donde adquirieron latifundios que explotaban gracias a mano esclava. Aparte, las importaciones que llegaban de ultramar agudizaban la competencia, por lo que los precios subieron.
En consecuencia, muchos de los pequeños propietarios tuvieron que abandonar el campo para mudarse a grandes ciudades como Roma, donde los jugosos beneficios se invertían en la construcción de edificios públicos lujosos y la realización de espectáculos grandilocuentes. Estas granjas, junto a las zonas confiscadas a las comunidades rebeldes de Italia, fueron la base de los grandes latifundios que ocuparían la mayor parte de las tierras más fértiles de Italia.
La Tercera Guerra Púnica (149-146 a.C.)
Causas de la Tercera Guerra Púnica
Roma contra Antíoco III el Grande
Consecuencias de la Segunda Guerra Púnica
La batalla de Zama
Escipión y la invasión romana de África
Consecuencias de las Guerras Púnicas: la cultura
Aún incluso con su destrucción como Estado, algunos rasgos de la cultura púnica continuaron existiendo. Al menos hasta el final del Imperio romano de Occidente, algunos elementos de la lengua, la religión y la arquitectura púnica siguieron estando presentes en las ciudades vecinas. De hecho, siglos después de su desaparición todavía algunas ciudades llamaban «sufetes» a sus principales cargos públicos.
A nivel cultural, otra de las consecuencias de la Guerra Púnica fue la helenización de la sociedad romana. Durante décadas, la lucha contra una metrópolis que recibía las influencias culturales griegas como era Cartago hizo que estas tendencias entraran de lleno en el mundo romano. Al fin y al cabo, no se puede derrotar a un enemigo tan importante si no se conoce a fondo su cultura, lo que implica aprender de sus técnicas militares, su sistema de gobierno, su religión o sus formas artísticas.
Así, desde finales del siglo III a.C., la literatura griega, la historiografía, la arquitectura y las ciencias exactas pasaron a formar parte de la vida cultural romana. De este modo, la lengua griega se convertirá, al lado del latín, en el idioma de la élite romana, que la llegará a dominar como si de su lengua materna se tratara. A pesar de las reticencias de algunos políticos, las campañas militares de Roma en Macedonia o las ciudades griegas requerían este tipo de conocimientos.
En este sentido, desde los años 60 del siglo II a.C. eran frecuentes las apariciones en Roma de retores y sofistas griegos, cuya elocuencia fue despertando una gran curiosidad hacia la filosofía griega en general entre las nuevas generaciones. De entre las grandes corrientes existentes en la filosofía helenística, la que mejor encajó con el carácter romano fue el estoicismo. Básicamente, los estoicos creían que lo que más podía ayudar a armonizar el universo era ser anti revolucionario, aceptar el orden sociopolítico establecido, ser patriota y estar al servicio de los entes de gobierno.
Bibliografía
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ROLDÁN HERVÁS, J.M. (2007): Historia de Roma I. La República Romana. Barcelona: Ediciones Cátedra.