
Introducción
Unos meses antes de ser asesinado, Julio César elaboró un testamento en el que declaraba su deseo de adoptar como hijo y principal heredero de su fortuna al nieto de su hermana Julia, un joven de dieciocho años llamado Cayo Octavio. Quizás sus contemporáneos no supieron verlo en ese momento, pero aquel chico que apenas había sobresalido se convertiría en uno de los personajes históricos más importantes de la historia de Roma: el emperador César Augusto. Por eso, en esta entrada vamos a ver un breve resumen de la infancia y adolescencia de Cayo Octavio para tratar de comprender cómo llegaría a convertirse en el fundador del Principado, el primer sistema de gobierno del Imperio Romano.

Nacimiento e infancia de Cayo Octavio
Cayo Octavio nació en Roma el 23 de septiembre del 63 a.C. Su madre era Atia, sobrina de Julio César, y su padre era el senador Cayo Octavio, miembro de una familia aristocrática de Velitrae, una ciudad al sur de Roma. Desgraciadamente, las fuentes no nos cuentan casi nada de los primeros años de su vida, por lo que tenemos que saltar en nuestra historia al 59 a.C. En ese momento, cuando Cayo Octavio solo tenía cuatro años, su padre enfermó y murió, interrumpiendo una exitosa carrera: fue dos veces tribuno militar en la década de los setenta, cuestor en el 73 a.C., edil en el 64 a.C., pretor en el 61 a.C. y gobernador de Macedonia en calidad de procónsul en el 60 a.C.
Poco después, su madre se casó con Lucio Marcio Filipo, cónsul en el 56 a.C., aunque no la acompañó a su nuevo hogar. Durante un tiempo, Cayo Octavio y su hermana Octavia se fueron a vivir con sus abuelos maternos, que fueron los encargados de que realizaran sus primeros estudios. En el caso del joven sabemos que un esclavo llamado Esfero le enseñó nociones básicas de aritmética y a leer y escribir en griego y latín.
Además, los padres se preocupaban de que su hijo aprendiera no solo sobre las costumbres e historia de Roma en general, sino sobre las grandes hazañas y antigüedad de su familia en particular. Aparte, es probable (aunque no contamos con pruebas directas de ello) que el joven Cayo Octavio comenzara a conocer la vida pública de Roma gracias a acompañar a su abuelo —Marco Atio Balbo— en sus últimos años de vida.

El joven Cayo Octavio
Cuando estalló la Segunda Guerra Civil Romana entre Julio César y Pompeyo Magno (49 a.C.), Cayo Octavio solo tenía trece años, por lo que era demasiado joven para participar en ella. En esa época vivía alejado de Roma con su madre en una villa de su padrastro Filipo, pues sus abuelos habían muerto a finales de los 50 a.C. Concretamente, su abuela Julia falleció en el 51 a.C. y un joven Cayo Octavio de doce años había leído la oración en su funeral publico. Aquella fue la primera ocasión formal en la que fue el centro de todas las miradas, incluida la de su famoso tío abuelo.
Desconocemos en qué momento Cayo Octavio regresó a Roma, pero se encontraba allí en octubre del 47 a.C. para la ceremonia por la que se convirtió en adulto, con dieciséis años recién cumplidos. Para aquel entonces Julio César ya se había fijado en él, pues consiguió que fuera admitido en el colegio de pontífices para cubrir la vacante causada por la muerte de un pompeyano en la batalla de Farsalia (48 a.C.).

Marco Junio Bruto y Cayo Casio Longino

El asesinato de Julio César

La dictadura de Julio César en Roma

La batalla de Munda

La batalla de Tapso

La batalla de Zela
Ya en calidad de adulto quiso participar en la batalla de Munda (45 a.C.) contra los últimos reductos pompeyanos, pero una enfermedad le retrasó y no le permitió llegar a tiempo a Hispania; aun así, fue bienvenido cariñosamente por Julio César. Acabada la guerra civil, Cayo Octavio se mudó a una casa propia y logró que su tío abuelo perdonara la vida a parientes de sus amigos que habían luchado del lado pompeyano en la contienda.

Cayo Octavio, el heredero de Julio César
En los últimos meses del 45 a.C. el dictador envió a su sobrino nieto a Apolonia (Macedonia) para ampliar su educación. Allí permaneció hasta que a finales de marzo del 44 a.C. le llegaron las noticias sobre el asesinato de Julio César en los idus de marzo. En una carta, su madre le urgió que viajara a Roma lo antes y más discretamente posible, por lo que enseguida se embarcó hacia Italia.
En la metrópolis, los conspiradores no actuaron y perdieron la iniciativa, de modo que Marco Antonio y Marco Tulio Cicerón tomaron cartas en el asunto. El 20 de marzo se celebró en el centro del Foro un gran funeral público presidido por Marco Antonio, quien leyó el testamento del dictador. Entre otras disposiciones, Julio César había nombrado a Cayo Octavio heredero de tres cuartas partes de sus propiedades, con la condición de que adoptara su nombre al aceptarlo. Cabe destacar que muy probablemente ni siquiera Octavio ni nadie de su familia inmediata conociera el contenido del testamento, por lo que debió ser una gran sorpresa para todos.

Antes de llegar a Roma, a comienzos de abril, Cayo Octavio ya estaba enterado de la situación gracias a las cartas de su madre y su padrastro. No sabemos con precisión cuáles serían sus recomendaciones, pero quizás aconsejaron a su hijo que rechazara el legado y mantuviera su propio nombre. Cuando un romano adoptaba formalmente a otro se convertía a todos los efectos en un hijo de pleno derecho, por lo que heredaba no solo su fortuna y posesiones sino sus conexiones sociales y militares y cada uno de sus cargos y honores. Por este motivo, Atia y Filipo a lo mejor temían que alguien quisiera asesinar a Cayo Octavio para eliminar al sucesor del dictador.
Si alguna vez Cayo Octavio dudó en aceptar el legado y el nombre lo hizo por breve tiempo. Con dieciocho años, dejó de ser Cayo Octavio para convertirse oficialmente en Cayo Julio César. Tradicionalmente, el nombre por el que los historiadores modernos se refieren a él durante la época de su vida que va desde el 44 a.C. hasta el 27 a.C. es Octaviano, para diferenciarlo a efectos de divulgación histórica del nombre del conquistador de las Galias. Sin embargo, cabe aclarar que él mismo nunca se llamó así. Por el contrario, Octaviano solo era el mote usado a veces por sus enemigos para denigrar la historia de su familia.

En el otro lado de la balanza, los aliados más íntimos del dictador, defraudados con Marco Antonio por no haberse vengado de los asesinos de César, ofrecieron su apoyo al heredero designado. Así, con apenas dieciocho años de edad, Cayo Julio César (u Octaviano, para mejor entendimiento) pasó de ser un adolescente normal de la aristocracia a ser una de las personas más poderosas de toda Roma.
Bibliografía
GOLDSWORTHY, A. (2016): César. La biografía definitiva. Madrid: La esfera de los libros.
GOLDSWORTHY, A. (2014): Augusto. De revolucionario a emperador. Madrid: La esfera de los libros
OSGOOD, J. (2019): Roma. La creación del Estado mundo. Madrid: Desperta Ferro.
ROLDÁN HERVÁS, J.M. (2020): Historia de Roma II. El Imperio Romano. Barcelona: Cátedra.

