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HISTORIAE

El emperador Tiberio en Capri

tiberio en capri

Introducción

En el año 27 d.C. el emperador Tiberio se fue a vivir a la isla de Capri y no volvió a pisar Roma nunca más. En esos diez últimos años de vida, gobernó el imperio desde la distancia, sufrió enormes decepciones y dispuso la ejecución de múltiples personas de alta alcurnia. Además, algunos autores cuentan que realizó las más despreciables perversiones sexuales. Por todo ello, en este artículo vamos a repasar la década de vida del emperador Tiberio en Capri para desvelar hasta qué punto lo que se cuenta es verdad o mentira.

Tiberio se retira de Roma

El emperador Tiberio tenía motivos de sobra para querer abandonar el asfixiante ambiente de la ciudad de Roma: su hijo, Druso el joven, había muerto en el 23 d.C.; el pueblo no le quería y le culpabilizaba de la muerte en el 19 d.C. de su heredero, Germánico, y del maltrato de su viuda, Agripina la mayor; su madre, Livia Drusila, formalmente Julia Augusta, le irritaba; y su relación con el Senado era cada vez peor.

Busto del emperador romano Tiberius conservado en la Gliptoteca de Múnich
Busto del emperador romano Tiberio conservado en la Gliptoteca de Múnich (Fuente: Wikimedia Commons)

Tampoco ayudó el hecho de que su maquiavélico prefecto del pretorio, Lucio Elio Sejano, le incitara a irse contándole una y otra vez todas las cosas malas que tenía vivir en Roma. En palabras del historiador Tácito, Sejano le hablaba de «los negocios de la ciudad, de las aglomeraciones del pueblo y de la multitud de los cortesanos, alabándole la tranquilidad y soledad, que lo librarían del tedio y de los rencores».

La idea de retiro no era algo extraño a los romanos y se veía normal que un dirigente pasara mucho tiempo fuera de la metrópolis. En sus últimos quince años de vida, Julio César pasó menos de un año en Roma. Asimismo, el emperador Augusto se ausentó de la ciudad durante gran parte de su reinado por sus campañas y viajes diplomáticos.

En el 21 d.C., Tiberio hizo un simulacro de retiro y pasó una temporada en la Campania. Cinco años después, partió de Roma con la convicción oculta de no volver más. Primero se refugió en su espectacular villa en Sperlonga (a unos 130 kilómetros de Roma), pero unos meses más tarde pensó que únicamente en una isla encontraría la tranquilidad y la seguridad que tanto ansiaba.

Reconstrucción del aspecto de la villa romana imperial de Sperlonga
Reconstrucción del aspecto de la villa de Tiberio en Sperlonga (Fuente: Jean-Claude Golvin)

Los palacios de Tiberio en Capri

Augusto compró Capri a los napolitanos y luego fue una de las propiedades que dejó en herencia a Tiberio al morir. La isla no solo tenía una gran belleza natural, sino que ofrecía unas vistas privilegiadas de la bahía de Nápoles. Aparte, Capri tenía la ventaja de que solo se podía acceder a ella por un único y escaso terreno de costa, así que era imposible llegar a tierra sin ser detectado.

Tiberio en Capri construyó desde cero o reformó doce enormes villas bautizadas con el nombre de los dioses olímpicos de Grecia. Desgraciadamente, solo conservamos en la actualidad dos de ellas —la villa Iovis y la villa de Damecuta—, de modo que desconocemos cómo eran las diez restantes o si llegaron a existir siquiera.

La mejor de las dos moradas conocidas, la villa Iovis, fue una obra maestra de la arquitectura. En su conjunto, ocupaba una superficie de unos 7000 metros cuadrados, distribuidos en distintos niveles siguiendo el relieve del monte abrupto en el que se hallaba.

Estado actual de los restos arqueológicos de la villa Iovis de Tiberio en Capri
Estado actual de los restos arqueológicos de la villa Iovis de Tiberio en Capri (Fuente: Wikimedia Commons)

Contaba con varios pisos para albergar los apartamentos privados de Tiberio, los alojamientos de los guardias pretorianos y el personal doméstico, cisternas para el suministro diario de agua y el de unas lujosas termas de cinco habitaciones, una gran exedra en hemiciclo que servía de mirador, salas para banquetes, almacenes de víveres… En edificios independientes estaban las cocinas, un observatorio para estudiar el cielo nocturno o un faro de veinte metros de altura, entre otras cosas.

La otra residencia conservada hasta hoy era la villa de Damecuta, ubicada sobre un promontorio en la punta occidental de la isla. Su originalidad radicaba en el largo paseo panorámico que conectaba sus dos edificios, el cual contaba con exedras con asientos para el descanso de los paseantes.

Más allá de las casas, por todas partes había cuevas artificiales, jardines, estatuas y pórticos con nombres eruditos y evocadores. En definitiva, era como si Tiberio en Capri viviera en un parque de atracciones de temática mitológica.

Estado actual de los restos de la villa Damecuta de Tiberio en Capri
Estado actual de los restos de la villa Damecuta de Tiberio en Capri (Fuente: Wikimedia Commons)

La vida de Tiberio en Capri

Si apartamos las invenciones de autores clásicos como Suetonio o Tácito, lo cierto es que la vida diaria de Tiberio en Capri fue bastante tranquila. Pasaba muchas horas del día leyendo, meditando o paseando, cuidando de sus mascotas e inspeccionando los cultivos de su huerto (por lo visto, le encantaban los pepinos). Después de cenar, solía inspeccionar el movimiento de los astros desde su observatorio en compañía de su astrólogo.

Estas aficiones las compaginaba con sus responsabilidades de gobierno, ya que su retiro no significó una abdicación. Sin embargo, aquellos que deseaban verlo en persona tenían que aceptar sus condiciones y pasar primero el filtro de Sejano. Unos pocos privilegiados eran autorizados para visitarlo en Capri, pero lo más normal era que el princeps viajara al continente para reunirse con ellos. De esta manera, incluso los senadores más importantes se veían obligados a bajar a la Campania y esperar su turno, lo que para muchos suponía una humillación inadmisible.

Tiberio no regresó a Roma nunca. Ni siquiera el funeral de su madre (29 d.C.), la caída en desgracia del prefecto del pretorio Lucio Elio Sejano (31 d.C.) o las muertes de Agripina la mayor y Druso (33 d.C.) le motivaron a entrar en la ciudad.

En varias ocasiones se acercó y estuvo a punto de hacerlo, pero siempre aparecían señales con malos augurios: desde el terremoto que casi le cuesta la vida en Sperlonga en el año 26 hasta la muerte de su serpiente mascota, devorada por las hormigas, pasando por las señales del cielo que le aconsejaban tener cuidado con la violencia de las multitudes.

Reconstrucción del aspecto de la villa Iovis de Tiberio en Capri hecha por Jean-Claude Golvin
Reconstrucción del aspecto de la villa Iovis de Tiberio en Capri hecha por Jean-Claude Golvin (Fuente: Jean-Claude Golvin)

Tiberio en Capri, ¿un pervertido sexual?

El autor clásico Suetonio es bastante gráfico en su descripción de las pervertidas actividades sexuales de Tiberio en Capri:

Enseñaba a niños de la más tierna edad, a los que llamaba sus pececitos, a revolverse y jugar entre sus muslos mientras nadaba, dándole tiernas lengüetadas y mordiscos […] acercaba a su sexo, como si del pecho se tratara, a niños más robustos, pero todavía sin destetar […] cautivado por la belleza del sirviente que le ofrecía el incensario, no pudo evitar llevárselo al punto aparte para forzarlo a él y a su hermano

El historiador Tácito también hace su aportación al imaginario colectivo:

A la manera de los reyes mancillaba con sus deshonestidades a jóvenes de condición libre […] tenía dispuestos unos siervos para que le buscaran y trajeran a esos muchachos, usando regalos para los dispuestos y amenazas para los que se negaban, y si los retenían sus parientes o sus padres, los tomaba por la fuerza

Movidos por esta clase de rumores e historias morbosas, los romanos se aventuraron a inventarse también cosas del pasado de su emperador. Se comentaba, por ejemplo, que Tiberio había aprendido todas esas perversiones sexuales en sus años de exilio voluntario en la isla de Rodas, muchos años antes de la muerte de Augusto.

Asimismo, Suetonio menciona que tenía «un excesivo apego al vino», lo que le otorgó el apodo de Biberius (se traduce como «borrachín») jugando a cambiar la primera letra de su nombre, Tiberius.

Obra de Henryk Siemiradzki hecha a finales del siglo XIX
Orgia en el reinado de Tiberio en la isla de Capri, obra de Henryk Siemiradzki hecha a finales del siglo XIX (Fuente: Wikimedia Commons)

Desmontando la leyenda negra de Tiberio

Hay numerosos motivos para creer que estas historias sobre Tiberio en Capri sean inventadas o estén muy exageradas. En primer lugar, es llamativo que prácticamente ningún otro autor mencione unos supuestos escándalos sexuales tan notorios como aquellos.

En segundo lugar, los autores que sí nos relatan estos actos —Suetonio y Tácito— son conocidos por su desprecio hacia Tiberio. Movidos por ese sentimiento, quizás dieran por ciertos los cotilleos que hacían correr los enemigos políticos de Tiberio, ya sea Agripina la mayor, sus aliados o gente anónima. También es probable que, como no se podía criticar su correcta gestión del imperio, esos enemigos prefirieran centrarse en cuestiones más personales para degradarle no ya como emperador, sino como persona.

Aparte, no podemos olvidar que tanto Suetonio como Tácito publicaron sus obras décadas después de la muerte de Tiberio, así que las fuentes de conocimiento que pudieran consultar podrían ser de dudosa fiabilidad.

En tercer lugar, Tiberio nunca fue un emperador muy querido ni por el pueblo ni por el Senado. Si a esto añadimos que se pasó los últimos años de su vida recluido en una isla fortaleza, tenemos un caldo de cultivo perfecto para que la gente imagine cuanto quiera. En este sentido, los romanos creían que tener una vida privada era algo antinatural. En otras palabras, únicamente aquellos que tuvieran algo indigno que esconder tendrían motivos para desear privacidad.

Así imaginó Carl Weichardt la villa Iovis de Tiberio en Capri en el año 1900
Así imaginó Carl Weichardt la villa Iovis de Tiberio en Capri en el año 1900 (Fuente: Wikimedia Commons)

En cuarto lugar, no parece muy coherente la combinación de un Tiberio misántropo que se recluye en una isla para estar solo y tranquilo y un Tiberio desenfrenado abierto a todo tipo de placeres sexuales con personas diferentes en cada ocasión.

Y en quinto lugar, hay otros cronistas de esa época que alaban a Tiberio. El filósofo Séneca expresó en su libro Sobre la clemencia que la primera parte del reinado de Tiberio había sido igual de buena que la de Augusto. Asimismo, sobre Tiberio el filósofo Filón de Alejandría escribió en su obra Legatio ad Gaium que «en cuanto a sabiduría y erudición, no hay nadie de esta generación que se le pueda comparar».

En conclusión, el princeps no era un monstruo, pero tampoco hay que irse al extremo contrario y defender que la vida de Tiberio en Capri era similar a la de un convento de clausura. Sería ingenuo y absurdo negar que el emperador tuvo diversiones eróticas, pero es probable que no se salieran de los cánones morales de la sociedad romana de aquellos tiempos.

Bibliografía y fuentes

Holland, T. (2017). Dinastía. La historia de los primeros emperadores de Roma. Ático de los libros.

Levick, B. (2005). Tiberius the politician. Routledge.

Marqués, N. (2021): Fake news de la antigua Roma. Espasa.

Roldán Hervás, J. M. (2008). Césares. La esfera de los libros.

Seager, R. (2005). Tiberius. Blackwell Publishing.

Strauss, B. (2020). Diez Césares. Edhasa.

Suetonio (2018). Vidas de los doce césares. (Trad. Rosa Mª Agudo Cubas). Gredos.

Tácito (2017). Anales. Libros I-VI. (Trad. José Moralejo). Gredos.

Resumen
El emperador Tiberio en Capri, ¿un pervertido sexual?
Nombre del artículo
El emperador Tiberio en Capri, ¿un pervertido sexual?
Descripción
Suetonio y Tácito cuentan que la vida del emperador Tiberio en Capri estuvo marcada por perversiones sexuales, pero... ¿fue verdad o no?
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