Artículo sobre el opio en la antigua Grecia escrito por Alberto Escudero Morales, graduado en Historia
Introducción
El opio, bautizado como tal por el médico Hipócrates (opós mekonos), es un producto rico en alcaloides que se extrae de la cabezuela de la adormidera realizando incisiones equidistantes. De estas, surge un látex blanquecino y lechoso que, tras su solidificación y deshidratación, resulta en la pasta del opio en bruto. Una vez el preparado es consumido, provoca una sensación de euforia y bienestar, calmando dolores y aletargando el cuerpo, junto a una gran variedad de efectos secundarios. Lejos de ser un fenómeno de épocas recientes, su consumo es casi tan antiguo como la propia humanidad, pudiéndose rastrear indicios arqueobotánicos realmente remotos. Concretamente, en este artículo vamos a ver cómo era el consumo de opio en la antigua Grecia.
El opio en la antigua Grecia prehelénica
La arqueología ha conseguido evidenciar un conocimiento relativamente extenso de la adormidera y su jugo en las civilizaciones prehelénicas del Mediterráneo oriental: la civilización minoica y micénica. Cerca de la ciudad cretense de Gazi se halló en 1937 una figurita femenina de terracota, representativa de la fertilidad, que posteriormente sería conocida como la diosa de las adormideras. Entre sus muchos atributos se distinguen brazos y manos en posición orante y cierto número de cápsulas de adormidera rajadas sobre su sien. Este último elemento vendría a representar no solo el culto hacia la planta, sino el conocimiento por parte del artista del procedimiento para la extracción del jugo psicoactivo (opio) para su consumo. Además, la figura, encontrada junto a restos de ceniza en una pequeña habitación sin apenas ventilación, muestra una singular expresión facial adormecida y relajada que denota el posible estado de embriaguez por opio.
A este importante hallazgo se unen otros muchos efectuados en diferentes partes de la isla de Creta. Entre ellos, destacarían especialmente dos: un grupo de frascos de cuello estrecho con clara forma de cápsula de adormidera rajada y ornamentada, a su vez, con una exquisita serpiente, símbolo salutífero; así como un pequeño recipiente utilizado para almacenar productos cosméticos, que muestra a varios pájaros abriendo cápsulas de adormidera. Con toda seguridad, la propia forma de los envases nos corroboraría lo que en su día contuvieron.
Asimismo, son relevantes las representaciones de la planta y las cápsulas en algunos objetos de la Grecia continental, entre los que sobresale un anillo de la acrópolis de Micenas (península del Peloponeso) en el que se observa a una divinidad sosteniendo adormideras entre sus manos.
En cuanto al método de consumo del opio en la antigua Grecia prehelénica, posiblemente la presencia del carbón aluda al empleo de sahumerios u otros métodos para la inhalación. De hecho, en la misma habitación de Gazi fue encontrado un vaso tubular para producir vapores, del mismo modo que en los antiguos templos de Kition (actual Lanarca, Chipre) se rescató una especie de pipa de marfil de unos trece centímetros que contenía carbón en su interior.
La mitología y el opio en la antigua Grecia
En la literatura de la antigua Grecia podemos localizar varias referencias que evidencian, al menos, el conocimiento de la planta y su vinculación con lo divino. La Ilíada, epopeya que relata algunos acontecimientos de la guerra de Troya, es objeto de un par de comparaciones metafóricas entre las cabezas cercenadas de algunos soldados caídos y la flor de la adormidera.
En otro pasaje, esta vez de la Odisea —obra que narra el viaje de Odiseo de vuelta a Ítaca— se explica una curiosa anécdota. Durante un banquete ofrecido en Esparta en honor a Telémaco, quien busca a su padre Odiseo, Helena, origen de la disputa troyana y esposa de Menelao, les ofrece a todos los comensales el Nephentes (literalmente, “sin dolor”). Era una especie de preparado a base de vino con una droga diluida que ha sido reconocido como opio debido a los efectos de euforia y tranquilidad que el pasaje atribuye al preparado, que retorna la alegría a quienes lo toman.
Otro fragmento de gran interés es aquel en el que el protagonista tumba al cíclope Polifemo con un vino demasiado fuerte. No desentona si tenemos en cuenta la existencia de vinos sacramentales que debían rebajarse con agua para ser tomados. A ello, además, se le une el desconocimiento por parte de los antiguos griegos del alcohol como sustancia aislada, lo que descarta la posibilidad de un mayor grado de esta en según qué vinos, que en ningún caso podían exceder el 14%.
Los dioses griegos y el opio
En el ámbito divino, a la adormidera se la relacionaba con una de las diosas de la fertilidad y la agricultura, Deméter. De sus atributos, podemos destacar las gramíneas comestibles y la planta de la adormidera con sus cápsulas de opio, que simbolizaba, junto a la granada, la fertilidad y la abundancia. Es más, era muy común entre las mujeres sin descendencia el portar amuletos y broches con forma de adormidera para propiciar el embarazo.
El opio en la antigua Grecia gozó de tanta popularidad que fue adoptado para materializar a otras divinidades. Tal es el caso de los dioses hermanos Hypnos y Thanatos, los cuales encarnaban y propiciaban el sueño y la muerte “tranquila” o “sin dolor”, respectivamente; obviamente, dos estados inducidos por el opio. Dioniso, divinidad del vino y el frenesí, también se asociaba a la adormidera, y es habitual verlo representado con cápsulas de la planta mientras entra en bailes con las ménades, sus acompañantes femeninas enloquecidas. Incluso la famosa hechicera Medea —heroína durante la expedición de los argonautas— en una ocasión durmió a un dragón rociándole jugo de adormidera por los ojos, ingrediente central en muchas de sus pócimas.
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El consumo de opio en la antigua Grecia
Uno de los lugares en los que se especula el empleo del opio con ánimo religioso y práctico fue en los santuarios consagrados al dios sanador Asclepio. En su interior se llevaba a cabo la incubatio o sueño milagroso, durante el que supuestamente el dios hacía acto de presencia y curaba al enfermo. De los testimonios hemos sacado en claro dos hechos: la eficacia de los tratamientos y el rápido adormecimiento al que eran inducidos los pacientes aun sufriendo un dolor extremo. Ello seguramente se debió, como muchos han planteado, al uso del opio u otras sustancias durante los tratamientos. Algunos hallazgos arqueológicos, como el realizado en el tholos del templo de Asclepio de Epidauro de una flor de adormidera esculpida, parecen evidenciar esto último.
En el caso de la medicina hipocrática y popular, el opio es igualmente motivo de beneficio y consumo, siendo habitual su cultivo en huertos y jardines. Con las cabezuelas se preparaban infusiones que eran capaces de rebajar el dolor, y sus semillas constituían ingredientes culinarios para la elaboración de aceites o el aderezo de algunos platos. Los efectos soporíferos fueron cubiertos por los tratados hipocráticos, que lo definían como phármakon (fármaco) anestésico. El mismo Hipócrates (o un discípulo suyo), en su tratado Sobre la enfermedad de las mujeres (histeria), recomienda el opio como tratamiento, y el famoso Aristóteles aseguraba en su obra De Somno que sus efectos soporíferos son los mejores.
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Las propiedades del opio en la antigua Grecia
Del estudio biológico de la planta se encargaron algunos botánicos y especialistas como Teofrastro (siglo III a.C) o Dioscórides (sigo I d.C) en sus respectivas obras: Historia Plantarum y De Materia Medica. Estos son dos importantes escritos de gran trascendencia histórica, incluso posterior a sus creadores, que mencionan desde los métodos de extracción y preparación del opio hasta los remedios y brebajes sanadores que con este podían elaborarse. Muy curiosas son las mezclas con azafrán, yema de huevo o vino que Dioscórides ofrece en su tratado para sanar dolencias de la vista o el estómago; o la preparación de triacas, poderosos antídotos a base de opio de gran popularidad entre aquellos que temían ser envenenados.
No obstante, el opio no estuvo exento de debate, pues era bien conocida su doble naturaleza. Para los griegos, phármakon podía tanto hacer alusión a un remedio como a un veneno. El secreto, según aseguraba el propio Teofrastro, residía en la dosis. Aquello que puede curarte, también puede matarte. En consecuencia, surgieron algunas figuras, como la del escritor Nicandro de Colofón (siglo II a.C) o la del médico chipriota Diágoras (siglo III a.C), que resaltaron la capacidad tóxica del opio en dosis elevadas. Más aún si el consumidor no estaba “familiarizado” con la droga, pues era conocido por los griegos el fenómeno que hoy llamamos tolerancia.
Conclusiones
Así pues, la adormidera y su jugo, objeto de sacralización y fascinación por parte de médicos y botánicos de toda la antigüedad, vino a ser un elemento cuya aportación en la antigua Grecia resultó sucinta pero profunda. Contribuyó a la construcción de las divinidades, hizo las veces de vehículo sacramental para el éxtasis y sirvió como fármaco primitivo en una época en la que ni las drogas sintéticas ni los antibióticos modernos existían.
Artículo sobre el opio en la antigua Grecia escrito por Alberto Escudero Morales, graduado en Historia
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Alberto Escudero Morales es graduado en Historia por la Universitat Rovira I Virgili de Tarragona. Actualmente estudia el máster habilitante de educación secundaria por la universidad europea de Madrid y el máster de Mediterráneo antiguo por la Universitat oberta de Catalunya. Entre sus aficiones podemos destacar el deporte, la literatura y la escritura de ciencia ficción y fantasía.