¿Quién fue Quinto Horacio Flaco?
Quinto Horacio Flaco, más conocido simplemente como Horacio, fue uno de los poetas más importantes de la antigua Roma. Su relación con otro de los mejores poetas romanos de todos los tiempos, Virgilio, le permitió entrar en el círculo íntimo de amistades del emperador Augusto, lo que se tradujo en una gran libertad para crear sus libros de poemas y en un gran escaparate para promocionarlos. Además, las circunstancias extraordinarias de su vida se conocen mucho mejor que las de muchos otros escritores de clásicos griegos y latinos. Por todo ello, en este artículo vamos a ver un resumen corto de la biografía de Horacio para comprender quién fue, cuáles fueron sus obras principales y cómo murió el creador del célebre carpe diem.
Nacimiento y juventud de Horacio
Quinto Horacio Flaco nació el 8 de diciembre del año 65 a.C. en Venusia, una ciudad situada a unos 250 kilómetros al sur de Roma. Ignoramos quién fue su madre, pero sabemos que su padre fue un liberto, es decir, un antiguo esclavo que había sido liberado por su dueño.
Consciente de que su hijo no se libraría de esa mancha social mientras estuviera en su villa natal, la familia se mudó a Roma cuando Horacio era un niño. De sus primeros estudios solo sabemos que aprendió gramática con un maestro llamado Orbilio, aunque es de suponer que después se formó en retórica y en historia romana.
A mediados de los años 40 a.C. un joven Horacio llegó a Atenas para completar su formación. Probablemente fue allí donde entró en contacto con la trayectoria de muchos más poetas griegos que los famosos en Roma. En octubre del 44 a.C., pasados unos meses del asesinato de Julio César, uno de los líderes del magnicidio, Marco Junio Bruto, se presentó en Atenas para formar un ejército con el que luchar contra los cesarianos y Horacio se unió a él.
Tras la derrota de Bruto y Casio en la batalla de Filipos (42 a.C.), Quinto Horacio Flaco tuvo bastante suerte: no solo fue uno de los supervivientes, sino que fue amnistiado. Previamente, tampoco fue víctima mortal de las proscripciones dictadas por el Segundo Triunvirato, aunque sí le confiscaron su hogar y parte de sus bienes.
Resignado a tener que partir casi desde cero, de alguna forma consiguió un puesto de trabajo básico de escribano al servicio de los cuestores. Al mismo tiempo, escribía versos y se empezaba a mover en ciertos ambientes literarios. No sabemos cómo exactamente, pero a través de algún contacto al final acabó relacionándose cada vez más con el círculo de Virgilio, quien, a su vez, le presentaría en el 38 a.C. al hombre que le cambiaría la vida: Cayo Mecenas.
El poeta, el mecenas y el joven César
Seguramente ya en el 37 a.C., Quinto Horacio Flaco pasó a ser uno más del famoso grupo de escritores y artistas patrocinados por Cayo Mecenas. Ello implicaba, aparte de innumerables beneficios, ciertos compromisos. Por ejemplo, Horacio acompañó a Mecenas a Tarento en el 37 a.C. para preparar el encuentro entre Octaviano y Marco Antonio en el contexto de su campaña contra Sexto Pompeyo. A cambio de su amistad y sus escritos, en el 32 a.C. Mecenas le regaló una villa en la región de los sabinos, a unos 55 kilómetros de Roma.
Gracias a Mecenas, Horacio se hizo amigo de Octaviano, como seguramente ya lo eran los demás poetas de su círculo. Con el paso de los años esta amistad no solo no se apagó sino que se profundizó, puesto que en el 18 a.C., una vez muerto Virgilio, Horacio se convertiría en un poeta estrechamente vinculado al emperador.
Una prueba de la gran cercanía entre ambos personajes se observa en las cartas que se intercambiaban. Con un lenguaje informal y bromista, Augusto le llamaba «mi purísimo pene«, «conocido hombrecillo lujurioso» y «pequeño encantador«, entre otras cosas.
Por otro lado, sería incorrecto pensar que el emperador coaccionaba a Horacio y a los otros escritores y artistas que le rodeaban para que crearan escritos que le ensalzaran. Ellos sabían los temas que le gustarían al emperador, pero no estaban obligados a escribirlos al igual que los senadores no estaban obligados a buscar cargos públicos. Horacio y sus amigos dependían del patronazgo de Mecenas y de Augusto, pero trabajaban libremente y celebraban, como cualquier romano que hubiera vivido la tragedia de la guerra, la llegada de la paz.
Quinto Horacio Flaco y sus principales obras
Grosso modo, la producción de poemas de Quinto Horacio Flaco podemos dividirla en dos grupos de características distintas: el primer grupo comprende sus creaciones desde el 45 a.C. hasta el 30 a.C. y el segundo abarca del 23 a.C. al 13 a.C.
Más en general, las principales obras de Horacio son las Sátiras, los Épodos, las Odas y las Epístolas. Respecto a sus fechas concretas de publicación no hay demasiadas certezas, pero algunos expertos sí que han tratado de establecer un orden más o menos aproximado en el tiempo que sería así: Sátiras I, Epodos, Sátiras II, Odas I-III, Epístolas I, Carmen Secular, Epístolas II, Odas IV y Arte Poética.
A mediados de los años 30 a.C. debió publicar el libro inaugural de sus Sátiras, en el que renovaba y tipificaba este viejo género romano fundado a mediados del siglo II a.C. En este y en el segundo encontramos una crítica personal matizada contra todo tipo de enemigos, desde filósofos hasta políticos o escritores. Del mismo modo, en el volumen pionero igualmente abordaba asuntos de teoría y polémica literaria.
En sus Epodos Horacio trataba de imitar en lengua latina el espíritu de los yambógrafos griegos, es decir, los poetas (Arquíloco de Paros e Hiponacte de Éfeso son dos ejemplos) que creaban contenido satírico, mordaz, burlesco y crítico en la Grecia arcaica.
Las Odas de Quinto Horacio Flaco
A lo largo de la década de los años 20 a.C., consagrado ante la crítica y el público, Horacio compuso los tres primeros tomos de su composición más apreciada, las Odas. En ellas, como en los Epodos, el poeta recreó en latín el poco reconocido género griego de la lírica monódica eolia. Por este motivo se percibe la influencia de Safo de Lesbos y Alceo de Mitilene, y también de Arquíloco, Píndaro y Anacreonte.
En estas obras trata frecuentemente temas relacionados con la brevedad de la vida, la necesidad de apreciar los placeres y los bellos recuerdos y el disfrute de la amistad con Virgilio, Mecenas y Augusto. Precisamente fue en el volumen inicial de las Odas donde Horacio habló originalmente del carpe diem, es decir, del gozo cotidiano y sin malgastar tiempo de los placeres de la vida sin pensar en las incertidumbres del mañana.
Por el contrario, en el cuarto libro de las Odas Horacio se adentraba más no solo en el largo listado de logros de Augusto, sino también en los de sus hijastros, Tiberio y Druso, en las campañas alpinas sobre el río Danubio a la altura de los actuales países de Austria y Suiza.
Sin embargo, la oda más famosa escrita por Horacio es el Carmen Secular. Se trataba de un himno en honor de los dioses Apolo y Diana compuesto por encargo del emperador para ser cantado en los Juegos Seculares, celebrados durante tres días y tres noches a mediados del 17 a.C. Augusto y Marco Agripa encabezaron los juegos en persona y vieron como dos coros alternados de veintisiete chicos y veintisiete chicas cantaban este himno en el que se hace, entre otras cosas, un llamamiento a los dioses para que bendigan y protejan a los romanos.
Las Epístolas de Quinto Horacio Flaco
Tal y como se puede ver en el orden de arriba, los dos volúmenes de Epístolas de Horacio se encuadran antes y a continuación del Carmen Secular. Estos son ejemplares centrados sobre todo en la filosofía moral desde el epicureísmo, aunque expuestos en un tono anecdótico ceñido a la vida cotidiana.
Destaca también el hecho de que los poemas cuentan con un destinatario único y real, siendo Mecenas el más presente. Incluso en una de las composiciones el poeta reivindica su propia originalidad frente a la de imitadores y rivales, y hace apología de su Odas para combatir a los críticos que habían despreciado o infravalorado su talento.
La Epístola a los Pisones o Arte Poética es la más larga creación de toda su carrera. Para empezar, merece esta mención aparte porque, aunque está en el mismo género, no está considerada como la tercera parte de su obra Epístolas.
Asimismo, Arte Poética es el más denso y complejo de los poemas de Quinto Horacio Flaco y sobre el que más han escrito los filólogos actuales y pasados. De hecho, fue considerado un canon obligado de la composición poética casi hasta el siglo XIX.
Horacio y el carpe diem hasta el final
Teniendo en cuenta que era el hijo de un liberto, Quinto Horacio Flaco vivió una vida extraordinaria. No conservamos imágenes para saber cómo era su apariencia, pero él mismo se definía como «gordo y pulcro» y «de complexión menuda«.
Una de las anécdotas más morbosas sobre su vida la contó unas décadas más tarde Suetonio. Según este historiador, Horacio tenía un insaciable apetito sexual y se había construido un dormitorio lleno de espejos para verse a sí mismo mientras participaba en actos sexuales con prostitutas y prostitutos. Para más inri, el poeta nunca se casó y no tuvo descendencia oficial.
Fuera verdad o no lo que nos cuenta Suetonio, podemos suponer que vivió una vida cómoda llena de placeres. La amistad que tenía con Augusto llegó hasta la conclusión de su vida, como demuestra una carta suya que recibió en sus últimos meses que decía «Haz lo que te plazca en mi casa, como si estuvieras viviendo conmigo».
Finalmente, en el 8 a.C. experimentó un epílogo digno de su talla poética. En el libro II de las Odas, Horacio había escrito sobre Cayo Mecenas que «iré a donde quiera que tú vayas por delante, dispuesto a acompañarte en el postrero viaje». Como si de su destino se tratara, Quinto Horacio Flaco cumplió su promesa al morir el 27 de noviembre del 8 a.C., solo dos meses después de que falleciera su eterno amigo y patrón.
Bibliografía
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Roldán Hervás, J.M. (2020). Historia de Roma II. El Imperio Romano. Barcelona: Cátedra.