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Guerras Pírricas

¿Qué fueron las Guerras Pírricas?

Las Guerras Pírricas fueron una serie de batallas que enfrentaron a los romanos y sus aliados y a una coalición griega entre el 280 y el 275 a.C. Esta alianza militar estaba encabezada por la ciudad de Tarento, la colonia griega más próspera de la Magna Grecia, y estaba apoyada por diversas tribus, enemigas tradicionales de Roma. Sin embargo, una de las más importantes características de las Guerras Pírricas reside en el hecho de que, por primera vez, el mundo griego continental y el romano van a chocar, ya que Tarento recurrió a la ayuda del ejército de Pirro de Epiro, un rey del norte de la península balcánica.

Dado el objetivo de esta web, en estas trilogía de entradas se hará tan solo un resumen de las Guerras Pírricas, centrándonos en sus tres grandes momentos: la primera campaña de Pirro en Italia, coincidente con la batalla de Heraclea (280 a.C.) y la batalla de Ásculo (279 a.C.); la campaña de dos años de Pirro en Sicilia; y la segunda campaña de Pirro en territorio romano, coincidente con su final en la batalla de Benevento (275 a.C.). Desgraciadamente, no ha llegado hasta nosotros ningún relato de primera mano de las campañas de Pirro, ni tampoco el tratado que escribió sobre táctica militar. Por este motivo, todo lo que sabemos de las Guerras Pírricas proviene de las narraciones de Tito Livio, Plutarco y Dionisio de Halicarnaso.

Mapa de las principales ciudades del sur de Italia (Montero y Pinna, 1990)

Los ejércitos de las Guerras Pírricas

Hay muchos problemas para calcular con acierto el tamaño del ejército que buscó destruir a los romanos. Según Plutarco, en el año 280 a.C. Pirro de Epiro habría enviado a Tarento, tras una avanzadilla de 3000 hombres, un gran ejército compuesto de 22.000 soldados de infantería, 23.000 jinetes, 500 honderos y 20 elefantes.

La cifra total de 48.520 efectivos, elaborada por este autor unos tres siglos después de los hechos que narra, parece bastante exagerada. Por otra parte, una importante sección del ejército que salió de Grecia se hundió o no desembarcó en el mismo sitio de Italia, pues una gran tormenta habría dispersado la flota. Así, es muy complicado determinar cuántas personas salieron del Epiro, cuántas perecieran en las aguas del mar Adriático y cuántas finalmente llegaron a pisar Italia, por lo que las cifras que se van a plantear no son definitivas.

De los 20.000 soldados, 3000 jinetes, 2500 arqueros, 500 honderos y veinte elefantes que salieron del Epiro originalmente, solo llegaron a desembarcar en el lugar programado unos 2000 hombres y dos elefantes en total. Al frente de este pequeño contingente, Pirro avanzó hasta la ciudad de Tarento para encontrarse con su lugarteniente y jefe de la avanzadilla, Cineas. Una vez seguro en las murallas de la ciudad, Pirro tuvo que esperar para actuar debido a que el resto de sus tropas, todavía dispersas, iban llegando progresivamente a la colonia espartana.

Ilustración que recrea el aspecto de Pirro de Epiro (Fuente: Arrecaballo)

Por su parte, los romanos movilizaron dos ejércitos consulares dirigidos por los cónsules del año 280 a.C., Tiberio Coruncanio y Publio Valerio Levino. Mientras que el primero marchó al norte, a Etruria, el segundo avanzó hacia el sur, saqueando todo lo que encontraba a su paso, para instalar guarniciones en las ciudades prorromanas de Rhegion, Locres y Turios. Cabe destacar, tal y como expliqué en mi entrada sobre el ejército romano de la República, que cada uno de estos batallones consulares estaba formado por dos legiones en el centro, dos alae (contingentes de soldados aliados) a su lado y dos unidades de caballería en los extremos. En total, 4500 hombres sin contar aliados, resultado de sumar 3000 soldados de infantería pesada, 1200 de infantería ligera y 300 caballeros.

Independientemente del número de efectivos, lo cierto es que ambos ejércitos acamparon en sendas orillas opuestas del río Siris (el actual río Sinni, en el golfo de Tarento), aunque se desconoce el lugar exacto del choque. Valerio Levino, al ver que Pirro no daba la señal de ataque, tomó la iniciativa y ordenó a su caballería que vadeara el río y asegurara un paso para las tropas. Ante esta situación, Pirro no tuvo más remedio que lanzarse al ataque.

Guerras Pírricas: la batalla de Heraclea (280 a.C.)

La batalla de Heraclea fue singular por varios motivos. En primer lugar, porque fue el primer momento en la historia en el que el mundo griego y el romano chocaron, es decir, el primero en el que una legión romana se enfrentó a una falange macedonia. En segundo lugar, porque los elefantes pisaban suelo italiano por primera vez, de forma que los locales no sabían al principio cómo enfrentarlos. Y en tercer lugar, porque fue la única contienda en la que Pirro combatiría sin la ayuda de las tribus itálicas con los que más tarde se aliaría.

Ilustración que recrea la batalla de Heraclea (Fuente: Arrecaballo)

No disponemos de fuentes fiables y detalladas del desarrollo de la batalla, así que todo lo que podamos aventurar aquí son conjeturas. La legión romana manipular carecía del equipamiento militar necesario para enfrentarse a la falange macedonia. No contaban con suficiente munición como para acosar con proyectiles al enemigo hasta derrotarlos, y era inviable enfrentarse con una espada corta a una pica de hasta siete metros de largo. Por tanto, es verosímil pensar que la legión romana retrocediera, o incluso huyera, ante la presión de la densa masa de picas.

En otro orden de cosas, los dieciocho elefantes con los que contó Pirro en este primer enfrentamiento de las Guerras Pírricas jugaron un papel importante en su victoria. Al emplearse sobre todo contra los jinetes, los elefantes aterrorizaron a los caballos, lo que permitió que los flancos de las legiones quedaran expuestas y se extendiera el pánico entre los soldados al verse atrapados entre la falange y el río.

Más allá de la victoria de Pirro y la derrota de Roma, las bajas humanas fueron muy numerosas. Si bien se estima que los romanos perdieron un 30-40% de su ejército y los griegos solo un 10-15%, la pérdida fue más grave para los segundos, pues no podían reemplazar fácilmente a los caídos. A pesar de ello, la victoria lograda acrecentó en gran medida el prestigio, poder e influencia de Pirro en el sur de Italia.

Ilustración que recrea el choque entre la falange epirota y las legiones romanas en la batalla de Heraclea (Fuente: Arrecaballo)

Guerras Pírricas: la batalla de Ásculo (279 a.C.)

En marzo del 279 a.C. tomaron posesión de su cargo dos nuevos cónsules, Publio Sulpicio Saverrio y Publio Decio Mus. Ambos recibieron la misión prioritaria de derrotar a Pirro de Epiro, por lo que fueron dotados con una fuerza de cuatro legiones con sus respectivos ejércitos aliados, lo que sumaría un total de 32.000-40.000 efectivos, aproximadamente. En el sur, tras haber pasado el invierno en Tarento, Pirro marchó hacia la región de Apulia a la cabeza de diecinueve elefantes y unos 70.000 soldados, puesto que se había reforzado con sus nuevos aliados itálicos. Todo estaba dispuesto para el segundo asalto de las Guerras Pírricas.

Pirro se dirigió hacia Ásculo, el actual pueblo de Ascoli Satriano, enclave estratégico para controlar dos importantes vías de comunicación: la Vía Aurelia Aeclanensis, que unía Aeclanum con Herdonea, y la Vía Hercúlea, que enlazaba Aequum Tuticum con Venusia. Supuestamente, el ejército romano se habría estacionado a orillas del río Cerbalus, el moderno Carapelle, cerrando el paso a Pirro hacia Arpi, uno de los pueblos más importantes de la región y aliada de Roma.

Ilustración que recrea a Pirro de Epiro luchando en plena batalla de Ásculo (Fuente: Arrecaballo)

Después de unos días viéndose frente a frente sin actuar, llegó la hora de la verdad. En su disposición de batalla, Pirro intercaló unidades de falange con otras de infantería de línea pero más versátiles y flexibles, capaces de cubrir los huecos en el orden de batalla que a menudo surgían cuando avanzaba la falange. A ambos lados de este contingente ubicó a la caballería para defender sus alas. Por último, los elefantes y la infantería ligera quedaron en reserva, divididos en dos grupos situados detrás de cada flanco. Por otra parte, el monarca epirota, rodeado de 2000 jinetes escogidos, quedaba detrás de la infantería, dispuesto a acudir a donde fuera más necesaria su presencia.

En el otro bando, los romanos dividieron su caballería y la de sus aliados, muy superior en número a la de los griegos, entre las dos alas. Entre las cuatro legiones se intercalaron cuatro batallones de tropas aliadas, integradas por latinos, campanos, sabinos, umbros, volscos, marrucinos, pelignos, frentanos y otros.

Según diversos autores, esta vez los romanos contaron además con 300 carromatos tirados por bueyes en los que habían elevado una viga sobre la que colocaban un travesaño rotatorio armado con ganchos y guadañas, untados con brea y, por tanto, inflamables. Estos carros no solo servían para tratar de asustar a los elefantes, sino para atacarlos en sus patas si hacía falta. Asimismo, para proteger a los carros se distribuyó a la infantería ligera, cuyos dardos debían ayudar también a atemorizar a los elefantes.

Ilustración que recrea la carga de los elefantes en plena batalla de Ásculo (Fuente: Arrecaballo)

Respecto a esta segunda gran batalla de las Guerras Pírricas existe un gran problema: las fuentes clásicas son muy divergentes, lo que aquí se traduce en que unas hablan de la victoria romana, otras de la victoria epirota y otras de un empate. Es precisamente esta tercera opción la más verosímil, y de ahí la cita célebre que Plutarco pone en boca de Pirro, origen de la expresión moderna «victoria pírrica«.

Tras este incierto resultado, ambos bandos se vieron en un punto muerto. Tanto romanos como griegos habían perdido demasiados hombres y no tenían fuerzas suficientes para imponerse sobre el otro a corto plazo. Por ello, se retomaron las fallidas negociaciones de paz surgidas después de la batalla de Heraclea, alcanzándose una tregua entre los delegados romanos y Pirro que implicaba también un intercambio de prisioneros. No obstante, cuando dicha tregua no es ratificada por el Senado romano y las hostilidades se reactivan, Pirro decide cruzar el estrecho de Mesina para socorrer en Sicilia a las ciudades griegas amenazadas por Cartago.

Bibliografía

CONNOLLY, P. (2016): La guerra en Grecia y Roma. Madrid: Desperta Ferro ediciones.

MONTERO, S.; MARTÍNEZ PINNA, J. (1990): La conquista de Italia y la igualdad de los órdenes. Madrid: Akal.

PÉREZ, A. (2017): «¿Victoria pírrica? La batalla de Ásculo», en Desperta Ferro antigua y medieval, nº 43, pp. 44 – 50.

ROLDÁN HERVÁS, J.M. (2007): Historia de Roma I. La República Romana. Barcelona: Ediciones Cátedra.

SEKUNDA, N. (2017): «El ejército de Pirro», en Desperta Ferro antigua y medieval, nº 43, pp. 22 – 28.

TAYLOR, M. (2017): «La batalla de Heraclea», en Desperta Ferro antigua y medieval, nº 43, pp. 30 – 37.

Resumen
Nombre del artículo
Las Guerras Pírricas: las batallas de Heraclea y Ásculo
Descripción
Entre el 280 y el 279 a.C. tiene lugar la primera fase de las Guerras Pírricas, en la que tienen lugar las batallas de Heraclea y Ásculo
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