Introducción
Para lograr todos los objetivos personales que se habían propuesto, tanto Marco Licinio Craso como Pompeyo Magno necesitaban que Cayo Julio César (100 – 44 a.C.), el otro miembro del Primer Triunvirato, alcanzara el consulado. Así, Craso podría ver ejecutadas las medidas económicas que necesitaba para que prosperaran sus negocios en Asia y Pompeyo conseguiría recompensar a sus soldados veteranos por todas sus acciones de los últimos años. Obviamente, la máxima magistratura del Estado también fue utilizada por César como el trampolín político que necesitaba para consolidarse en la cima del poder político. En este artículo vamos a ver, por tanto, un breve resumen de las leyes más importantes que se aprobaron durante el año de consulado de Julio César.
El consulado de Julio César: la lex agraria
Julio César tomó posesión del cargo de cónsul por primera vez el 1 de enero del 59 a.C., tras haber ganado las elecciones. Su colega en la magistratura fue el candidato senatorial, Marco Calpurnio Bíbulo, quien no le pondría las cosas fáciles a lo largo de ese año.
César decidió no perder nada de tiempo y enseguida intentó sacar adelante la primera de las reformas agrarias de aquel año. La ley preveía el reparto de la tierra pública de la que todavía disponía el Estado en Italia –con la excepción de la Campania, objeto de la segunda ley agraria– entre los soldados veteranos de Pompeyo Magno y parte de la población pobre que no poseyera ningún terreno cultivable.
Asimismo, puesto que este grupo de tierras públicas no eran suficientes, el Estado compraría parcelas privadas al precio oficial fijado en el último censo y solo si sus propietarios quisieran venderlas. Para financiar todo el proceso se usarían los cuantiosos botines de guerra reunidos por Pompeyo a lo largo del tiempo y los impuestos procedentes de las provincias. En su conjunto, la operación debía ser gestionada por una comisión de veinte miembros a la que, evidentemente, pertenecían Craso y Pompeyo.
A pesar de la oposición del Senado y de Bíbulo, la ley agraria fue aprobada con una cláusula adicional que obligaba a los senadores a jurar solemnemente que la respetarían, bajo pena de ser condenados al exilio en caso contrario. Bíbulo afirmó entonces que no existía la libertad en Roma y, como medida de presión, se retiró todo el año a su casa, desde donde atacó constantemente con sus escritos las acciones de César. Irónicamente, desde aquel momento se dijo que Roma estaba bajo el consulado de Julio y de César.
Los beneficios del consulado de Julio César
Tras la lex agraria, el consulado de Julio César continuó satisfaciendo las otras dos reivindicaciones de sus aliados. Por una parte, la reordenación realizada por Pompeyo en Oriente fue ratificada oficialmente, pero no por el Senado como era lo legal, sino por la asamblea por tribus gracias a la colaboración del tribuno de la plebe Publio Vatinio. Por otra parte, César presentó a la asamblea una ley que introducía la reducción de la cantidad de dinero que los empresarios debían abonar al Estado como contraprestación al cobro de impuestos en Asia.
En materia de política exterior, el consulado de Julio César también fue provechoso. Ptolomeo XII Auletes, un hijo ilegítimo de Ptolomeo XI bastante impopular entre los egipcios, había ayudado a los romanos en sus campañas orientales y había pagado un suculento soborno a Pompeyo y Craso, por lo que la República Romana rápidamente le reconoció como el soberano de Egipto. Además, el propio César, que antes se mostraba partidario de anexionar Egipto, ahora defendió la causa del rey y logró que fuera aceptado como aliado del pueblo romano.
En otro orden de cosas, Julio César presentó a finales del verano del 59 a.C. una ley para controlar mejor las finanzas provinciales. El objetivo era, ante todo, eliminar o atenuar la constante extorsión económica que muchos ciudadanos provinciales tenían que soportar por parte de sus gobernadores. La ley determinaba con mayor precisión los delitos en cuestión y sus sanciones, y establecía nuevas normas en los procedimientos judiciales para evitar posibles sobornos. El proyecto de ley salió adelante sin mucha oposición, lo que demuestra hasta qué punto era necesario regular esta clase de cuestiones.
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El consulado de Julio César: el camino hacia la Galia
Cuando Julio César vio cumplidas las principales ambiciones de Pompeyo y Craso, trabajó para obtener él mismo rentabilidad política de la alianza. Como siempre en aquella época, eso pasaba por obtener un poder proconsular que le pusiera al frente de una fuerza militar. La oportunidad se la brindó de nuevo Publio Vatinio, que propuso conceder a César el gobierno de la Galia Cisalpina y del Ilírico durante cinco años. De este modo tendría mando sobre tres legiones y podría designar él mismo a sus oficiales al mando.
Nuevamente en contra de la voluntad del Senado, el mando extraordinario no solo fue aprobado, sino que fue ampliado. Así, el triunviro también recibiría al final de su consulado el gobierno de la Galia Narbonense y una cuarta legión. Esto era justamente lo que estaba buscando César, una oportunidad de lucirse, de obtener la gloria militar necesaria para ser intocable a nivel político. Si sus éxitos militares eran lo suficientemente grandiosos, hasta sus mayores rivales tendrían que aceptarle como uno de los mejores siervos de la República. De esta manera, con cuarenta y un años, Julio César abandonó Roma durante nueve años para conquistar la Galia. La fortuna y la guerra marcarían a partir de ahora el resto de su vida.
Bibliografía
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