Introducción
La evolución de la expansión del poder de Roma en Italia durante la República Temprana fue realmente espectacular. En poco más de dos siglos, Roma pasó de ser una pequeña e irrelevante ciudad junto al río Tíber (finales del siglo VI a.C.) a ser una gran ciudad que se extendía a lo largo de más de 13.000 kilómetros cuadrados en la década de 290 a.C. Más concretamente, el siglo que va desde la invasión de los galos en el 390 a.C. y la batalla de Sentino en el 295 a.C. supuso un aumento muy notable del tamaño de los ejércitos y la distancia recorrida en las campañas. A lo largo de este siglo hubo dos conflictos particularmente muy importantes para Roma: la guerra latina (341/340 – 338 a.C.) contra la Liga Latina y las guerras samnitas (tres guerras diferenciadas entre el 343 y el 290 a.C.).
La Liga Latina: del Foedus Casianum a la Guerra Latina
La Liga Latina, una coalición integrada al menos por 29 ciudades de la región del Lacio, se había enfrentado a los romanos en muchas ocasiones en los primeros años de la República Romana. En el 493 a.C., gracias al acuerdo conocido como Foedus Casianum, se logró una alianza con la cual Roma, entre otras cosas, ganaba la ayuda militar latina frente a las amenazas de otros pueblos del entorno.
A pesar de ello, las relaciones de Roma con la Liga Latina serían tirantes durante todo el siglo. Fue precisamente la conquista de la ciudad de Veyes y la invasión de los galos lo que hizo ver a las ciudades latinas que debían parar el ascenso de Roma si no querían ser los siguientes que perdieran su independencia. Además, otro importante detonante llegó a mediados de siglo, cuando Roma obligó a los latinos a renovar el acuerdo Foedus Casianum pero con unas condiciones mucho mejores para Roma que hacían que Roma no fuera un miembro más de la Liga Latina, sino más bien el titiritero que movía los hilos de la coalición. Así, la práctica totalidad de la confederación se unió contra Roma, apoyada por los volscos de Antium y por ciudades de la Campania. Se iniciaba una guerra de varios años que acabaría con la disolución de la Liga Latina.
La Guerra Latina, el final de la Liga Latina
En lugar de atacar frontalmente a los latinos, los romanos dieron un rodeo para acudir a Campania y reunirse con sus tropas aliadas. Fue allí donde infligieron una primera derrota a los latinos, junto al monte Vesubio. No obstante, la batalla que decantaría finalmente la balanza para la victoria romana tuvo lugar en Trifanum, a unos 40 kilómetros de Nápoles, en el 340 a.C. Aunque los romanos habían estado acorralando a los latinos en su propio territorio desde hacía tiempo, no fue hasta el tercer año de guerra cuando lograron acabar con su resistencia. Tras la rendición de Antium por tierra y por mar, la tradición cuenta que los romanos utilizaron las proas de sus barcos como adorno de la tribuna de los oradores en el foro romano.
Roma y Cartago antes de las Guerras Púnicas
La Batalla de Benevento
Pirro de Epiro en Sicilia
Guerras Pírricas
Pirro de Epiro
Tarento, una colonia espartana en Italia
Una vez que la rendición fue efectiva, Roma procedió a la disolución de la Liga Latina y actuó como vencedora absoluta imponiendo sus condiciones a cada una de las ciudades derrotadas. Por medio de pactos bilaterales, afirmó su hegemonía indiscutible en la región del Lacio, a cambio de reconocer derechos para los habitantes de esas ciudades. Más allá, la consecuencia más importante fue la pérdida de la autonomía de las ciudades latinas, a las que se les prohibió incluso el mantenimiento de relaciones de cualquier tipo, públicas o privadas.
La gran beneficiada sin duda fue Roma, que salió fortalecida y engrandecida de la guerra contra la Liga Latina. Las más cercanas comunidades latinas, como Lanuvium o Aricia, fueron obligadas a aceptar la ciudadanía romana. En algunos casos, sus ciudadanos más destacados fueron desterrados y su tierra fue distribuida a colonos romanos. Otras comunidades recibieron el estatus de civitas sine suffragio, es decir, ciudades cuyos habitantes tenían las obligaciones de la ciudadanía pero sin tener derechos políticos. No obstante, el mayor grupo lo formaron los pueblos derrotados que, al convertirse en aliados de Roma, eran obligados a reclutar tropas para la ciudad.
Gracias a esta y otras victorias, los romanos retomaron el uso de la colonia latina, que tenía ese nombre simplemente por su específica relación con Roma. Estas colonias podían situarse en cualquier sitio, no necesariamente controlado por Roma, aunque serían un reflejo del Estado romano y la forma de vida romana. Tal y como se comprobará en el futuro, algunas de ellas acabarían convirtiéndose en foco de guerra con los samnitas.
Bibliografía
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