Introducción
La evolución de la expansión del poder de Roma en Italia durante la República Temprana fue realmente espectacular. En poco más de dos siglos, Roma pasó de ser una pequeña e irrelevante ciudad junto al río Tíber (finales del siglo VI a.C.) a ser una gran ciudad que se extendía a lo largo de más de 13.000 kilómetros cuadrados en la década de 290 a.C. En términos reales, esto significaba que Roma tenía ya un control efectivo sobre, por lo menos, la mitad de la península Itálica, así que cabe preguntarse… ¿cómo lo hicieron? ¿cómo fue la conquista romana de Italia? El inicio del papel de Roma en Italia comenzó en la primera década del siglo IV a.C. con dos acontecimientos muy importantes: el asedio y conquista de la ciudad de Veyes en el 396 a.C. y la invasión de los galos en el 390/387 a.C. tras su victoria en la batalla de Alia.
La invasión de los galos según la tradición
El clima de euforia que se respiraba en Roma después de la conquista de la ciudad etrusca de Veyes en el 396 a.C. no duraría mucho. Buscando tierras fértiles, numerosas tribus celtas se habían extendido por todo el valle del río Po, en el extremo norte de la actual Italia. Primero fueron los ínsubres, instalados en la Lombardía, y después les siguieron los boyos, los lingones, los cenomanos y los senones. Dado su carácter semi nómada, estos pueblos van a iniciar una serie de irrupciones violentas en el interior de la península, no con el objetivo de conquistar nuevos territorios, sino para saquear y llevarse los mayores botines posibles.
Según la tradición, una banda de galos derrotaron a un ejército romano en la batalla de Alia (390 a.C.), un río cercano a Roma. Al parecer, la victoria de los galos fue tan contundente que no tuvieron ningún problema en proseguir su marcha hasta llegar a la propia Roma y saquearla. Fruto de esa destrucción surgieron diversos relatos que cuentan los horrores cometidos por los bárbaros galos y las acciones heroicas emprendidas por algunos ciudadanos romanos. Por otro lado, muchos aristócratas ancianos habrían decidido hacer frente a los galos y quedarse sentados en su casa, siendo masacrados después de haber sido confundidos con estatuas.
Respecto al final de esta invasión de los galos, la tradición histórica aporta dos versiones. En una de ellas encontramos de nuevo a Marco Furio Camilo, el héroe de Veyes, que consigue que los galos abandonen la ciudad sin necesidad de pagarles ningún rescate y sin que los propios romanos abandonaran en masa la urbe. En la otra versión, más cercana a la realidad, los galos solo se marchan de la ciudad al haber sido sobornados con un cuantioso rescate.
La verdadera batalla de Alia y la invasión de los galos
Como ya os habréis imaginado, la tradición histórica romana volvió a exagerar uno de sus acontecimientos más antiguos. De haberse producido tal catástrofe para la ciudad existirían vestigios arqueológicos que lo demostraran, y lo cierto es que no existe ninguna prueba que nos remita a la destrucción masiva de la que hablan los antiguos escritores romanos. Por este motivo, vamos a intentar reconstruir, en la medida de lo posible, lo que de verdad pasó en esos años.
A comienzos del siglo IV a.C. (probablemente en el 387 a.C.), una banda de galos senones, al mando de un jefe que la tradición llama Brenno, entraron en plena Italia y pasaron por la pequeña ciudad etrusca de Clusium, la actual Chiusi, en la Toscana. Tomando como base este punto, los senones se aproximaron cada vez más a Roma, por lo que los romanos salieron a su encuentro. El choque de ambos bandos tuvo lugar junto al río Alia, uno de los afluentes del río Tíber, a unos dieciséis kilómetros de Roma. La batalla terminó en una gran derrota de las tropas romanas, que acabaron dispersadas y a la huida.
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Visto el resultado, la invasión de los galos no se hizo esperar, pero no debió ser ni tan costosa ni tan apocalíptica como se contaba. Para explicar el final del saqueo y la marcha de los galos podemos referirnos a dos teorías más o menos verosímiles: por un lado, está la teoría que afirma que se habría producido un contraataque de los romanos, reorganizados tras los muros de Veyes; por otro lado, existe la teoría que sostiene que los galos habrían vuelto rápido al norte porque necesitaban hacer frente a los ataques recibidos en su propio territorio.
La invasión de los galos del 387 a.C. no fue la única ocasión en la que la joven República Romana se vio amenazada. A lo largo del siglo IV a.C., diversas bandas de galos habrían sido una amenaza real para los romanos al menos en dos ocasiones, aunque sin la gravedad de la primera vez. Lo que parece más plausible es que los galos, tras el saqueo del 387 a.C., permanecieron en sus asentamientos del valle del Po durante unos 30 años. Durante estas décadas habrían estado ocupados en luchas intestinas y en contener la presión de los pueblos alpinos, de modo que solo habrían amenazado a Roma en el 360 a.C. y en el 348 a.C.
Bibliografía
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