Introducción
Se conoce con el nombre de Guerras Púnicas a la larga serie de conflictos que enfrentaron a Roma y Cartago durante más de un siglo, concretamente entre el 264 y el 146 a.C. El origen del nombre de las Guerras Púnicas reside en la forma que tenían los romanos de llamar a los cartagineses, apelando al etnónimo punici. La gran duración de las Guerras Púnicas a lo largo de 118 años no fue continuada e ininterrumpida en el tiempo, sino que se dividió en tres fases distintas: la Primera Guerra Púnica (264 – 241 a.C.), la Segunda Guerra Púnica (218 – 201 a.C.) y la Tercera Guerra Púnica (149 – 146 a.C.). Después de haber visto anteriormente sus principales batallas terrestres y navales, en este artículo vamos a descubrir cómo fue el enfrentamiento que puso fin a la guerra: la batalla de las islas Egadas (241 a.C.).
Antecedentes a la batalla de las islas Egadas
A pesar de que los romanos habían abandonado sus ambiciones marítimas tras su desastrosa derrota en la batalla de Drepana (249 a.C.), los cartagineses no supieron utilizar su superioridad naval para asestar el golpe de gracia al enemigo durante esa década. La oportunidad la perdieron del todo a finales del año 243 a.C. cuando los romanos decidieron una vez más reconstruir su flota para llevar la guerra a una conclusión definitiva.
Sin embargo, en Roma se encontraron con un gran problema: las arcas públicas del Estado estaban vacías. En un acto de patriotismo sin precedentes, se pidió a los ciudadanos más ricos (en solitario o en grupos de dos o tres) que costearan la construcción y equipamiento de los 200 barcos de la armada. Se suponía que el dinero era un préstamo al Estado que se devolvería a la ciudadanía con creces después de la victoria sobre Cartago, cuando se recuperaran las finanzas gracias a los botines de guerra.
Bajo el mando del cónsul Cayo Lutacio Cátulo, la nueva marina de guerra zarpó en el 242 a.C. hacia la punta occidental de Sicilia con el objetivo de cortar los suministros de las tropas cartaginesas que, bajo la dirección de Amílcar Barca, resistían a las fuerzas terrestres romanas en importantes enclaves como Lilibeo o Drepana. Ante esta situación, Cartago se vio obligada a mandar una flota comandada por Hannón a esta región con una finalidad doble: socorrer a las tropas de Amílcar llevándoles suministros de grano y embarcar a la flor y nata de las soldados púnicos para servir como marineros en la batalla crucial que se avecinaba.
Al llegar a las islas Egadas (también conocidas como Égates), previamente ocupadas por los romanos, los púnicos cometieron su mayor error al decidir esperar a tener vientos favorables para llegar a Eryx y así cumplir sus dos objetivos. Cuando Cátulo se enteró de esto, inmediatamente embarcó un mayor número de soldados y los trasladó hasta otra de las islas del archipiélago. Al día siguiente, 10 de marzo del año 241 a.C., tendría lugar la batalla de las islas Egadas.
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Desarrollo de la batalla de las islas Egadas
Las tripulaciones romanas, cuidadosamente entrenadas y preparadas, formaron una línea para interceptar al enemigo antes de que alcanzara Sicilia. En respuesta, los cartagineses arriaron las velas y desarmaron los mástiles para prepararse para la batalla, aun sabiendo que estaban en clara desventaja. Sus barcos estaban sobrecargados por los suministros que transportaban, contaban con muy pocos marineros y sus tripulaciones no estaban suficientemente preparadas después de varios años de baja actividad bélica en el mar.
Rápidamente, la diferencia entre los dos bandos se hizo evidente y la balanza se inclinó del lado romano. Afortunadamente para los púnicos, el viento cambió durante la batalla y muchos barcos pudieron elevar los mástiles, izar las velas de nuevo y huir. Aunque los romanos trataron de perseguirlos, sus barcos, construidos ex professo para la batalla, no podían competir en rapidez y maniobrabilidad con los cartagineses. Por esa razón, Cátulo regresó a Lilibeo con la flota para continuar el bloqueo y celebrar el botín de guerra conseguido.
La batalla de las islas Egadas decidió la guerra. Al no poder hacer frente a la marina de guerra del enemigo, el ejército de Amílcar Barca y sus escasas posesiones en Sicilia se vieron completamente incomunicados. Ya sea por falta de recursos económicos o humanos o por las reticencias de la aristocracia, los cartagineses aceptaron la derrota y decidieron solicitar la paz.
Bibliografía
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