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Batallas navales de la Primera Guerra Púnica

Introducción

Se conoce con el nombre de Guerras Púnicas a la larga serie de conflictos que enfrentaron a Roma y Cartago durante más de un siglo, concretamente entre el 264 y el 146 a.C. El origen del nombre de las Guerras Púnicas reside en la forma que tenían los romanos de llamar a los cartagineses, apelando al etnónimo punici. La gran duración de las Guerras Púnicas a lo largo de 118 años no fue continuada e ininterrumpida en el tiempo, sino que se dividió en tres fases distintas: la Primera Guerra Púnica (264 – 241 a.C.), la Segunda Guerra Púnica (218 – 201 a.C.) y la Tercera Guerra Púnica (149 – 146 a.C.). Después de haber visto anteriormente sus batallas terrestres, en este artículo vamos a sumergirnos de lleno en las principales batallas navales de la Primera Guerra Púnica.

Mapa en inglés que muestra las principales batallas de la Primera Guerra Púnica (Fuente: Arrecaballo)

Datos generales sobre las batallas navales de la Primera Guerra Púnica

Antes de empezar, cabe destacar un par de apuntes generales. Por los recursos humanos y económicos usados y perdidos, la Primera Guerra Púnica fue el mayor conflicto naval de toda la Antigüedad. Si nuestras fuentes de conocimiento son correctas, la batalla de Ecnomo (256 a.C.) pudo haber involucrado a más personas que cualquier otra batalla naval no solo de la Antigüedad, sino de toda la Historia. Y aunque estas cifras no fueran del todo exactas, podemos afirmar sin ninguna duda que estaría entre las cinco mayores batallas navales de toda la Historia.

El mérito de Roma por haber ganado tantas de estas batallas a los púnicos es mayor si tenemos en cuenta que, antes de este conflicto, apenas habían tenido necesidad de utilizar barcos de guerra de ningún tipo en su proceso de conquista de la península italiana. Y aun así, los primeros años de la guerra fueron testigos de una espectacular, y casi ininterrumpida, sucesión de victorias romanas sobre un enemigo cuyos barcos estaban mejor construidos y que contaba con tripulaciones mucho más preparadas.

Antes del año 261 a.C., los romanos apenas contaban con una Armada efectiva pero básica. De hecho, apenas tenemos constancia en las fuentes del uso de la marina de guerra antes del inicio de la guerra contra Tarento en el 282 a.C. Incluso después de que terminaran las Guerras Pírricas (280 – 275 a.C.), los romanos siguieron prefiriendo confiar mayoritariamente en los barcos armados y tripulados por sus aliados, sobre todo los de las ciudades griegas del sur de Italia. Como ya hemos visto, hasta en el 264 a.C. Apio Claudio cruzó a Sicilia con navíos proporcionados por aliados como Tarento, Nápoles, Locri o Elea.

Ilustración que recrea un trirreme cartaginés como los usados en las Guerras Púnicas (Fuente: Arrecaballo)

Después del asedio y conquista de Agrigento (261 a.C.), el Senado romano se vio animado a ampliar sus objetivos en la guerra contra Cartago y ordenó la construcción de una poderosa armada compuesta de cien quincuerremes y veinte trirremes. También lo hicieron porque, desde el inicio de la guerra, la marina cartaginesa no había cesado de acosar las costas italianas, para así no solo entorpecer el envío de más tropas a Sicilia sino para trasladar el escenario bélico directamente de la isla a la península.

Primeras batallas navales de la Primera Guerra Púnica

Una de las primeras grandes batallas navales de la Primera Guerra Púnica fue la batalla de Milas (260 a.C.), en el noreste de Sicilia. El enfrentamiento se saldó con la victoria romana de los navíos del cónsul Cayo Duilio gracias a la eficaz utilización por primera vez de un nuevo sistema de abordaje de los barcos púnicos: el corvus. Consistía en una especie de puente móvil de 1,2 metros de anchura y 10,9 metros de longitud que se dejaba caer a la embarcación enemiga, quedando firmemente anclado gracias a unos garfios de hierro situados en la parte inferior.

De esta manera, una vez que las naves se inmovilizaban mutuamente, los legionarios romanos abordaban el barco enemigo y, gracias a su superioridad numérica y su experiencia combativa, lograban imponerse a la mucho más débil infantería púnica. Más adelante, y a medida que la experiencia naval de Roma se va incrementando, el uso del corvus se fue abandonando por suponer un lastre en la capacidad de maniobra de los barcos.

Ilustración que recrea la batalla de Milas (260 a.C.), en la que se utilizó por primera vez el corvus (Fuente: Arrecaballo)

En los años siguientes, la flota romana actuó mayoritariamente en apoyo del ejército en Sicilia, por lo que no fue hasta el 257 a.C. cuando tuvo lugar otro importante choque naval en la conocida como batalla de Tyndaris. El cónsul de ese año, Cayo Atilio Régulo, se encontró fortuitamente con la flota cartaginesa y decidió atacar sin pensárselo dos veces. Aunque su conducta impulsiva estuvo a punto de traducirse en una derrota, al final la flota púnica terminó por retirarse antes de emprender una acción a gran escala.

Batallas navales de la Primera Guerra Púnica: Ecnomo

Estos primeros enfrentamientos navales demostraron a los romanos que sus barcos eran todavía más lentos y con peor maniobrabilidad que los del enemigo, por lo que invirtieron más recursos en la construcción de navíos para su siguiente y arriesgada iniciativa para ganar la guerra: una invasión a gran escala de África. Con esta finalidad, los cónsules Lucio Manlio Vulso y Marco Atilio Régulo comandaron una armada de 330 naves hacia el sur de Sicilia. Cuando los mandos púnicos (Hannón y Amílcar Barca) decidieron que la mejor forma de proteger a la propia Cartago era yendo al encuentro de la flota romana en aguas sicilianas, ambas partes se dispusieron a luchar.

El plan de Amílcar era romper la compacta formación romana para que las divididas alas derecha e izquierda virasen rápidamente y les atacasen por el costado o por popa. Eso provocaría una serie de encuentros menores entre diferentes partes de las flotas en los que los cartagineses explotarían su habilidad en el uso de espolones, evitando además que los romanos pudieran usar el corvus. Al principio la batalla pareció evolucionar tal y como había esperado Amílcar, puesto que se desarrolló en tres frentes separados y muy alejados entre sí. Sin embargo, la gran expansión de la flota cartaginesa trajo consigo la reducción de la calidad media de sus tripulantes, por lo que se pusieron a merced de los romanos y ni siquiera pudieron evitar con eficacia a los temidos corvus.

Ilustración que representa las consecuencias de la batalla de Ecnomo (256 a.C.) (Fuente: Arrecaballo)

El choque entre el núcleo central cartaginés y los dos primeros escuadrones romanos fue el primero en resolverse cuando los primeros abandonaron la lucha y huyeron. Por su parte, el cuarto escuadrón, la retaguardia romana, lo había pasado mal defendiéndose del ala derecha púnica dirigida por Hannón, pero cuando llegaron nuevas naves para ayudarles, las fuerzas romanas unidas obligaron a huir a los cartagineses. Por último, el ala izquierda púnica había arrinconado al tercer escuadrón romano en la orilla, pero cuando éstos formaron una línea con las proas dirigidas contra el enemigo, los cartagineses huyeron por miedo a los corvus.

De este modo, una de las cinco mayores batallas navales de la Historia de la Humanidad terminó con una clara victoria romana. Antes de proseguir su viaje a África, los romanos volvieron a Sicilia para que descansaran sus hombres, reparar sus barcos y salvar tantos de los apresados como fuera posible. Poco después, partieron eufóricos a África siendo poco conscientes del desastre que esa campaña sería.

Batallas navales de la Primera Guerra Púnica: Drepana

Si bien hasta ahora todas las grandes batallas navales de la Primera Guerra Púnica eran ganadas por los romanos, la situación daría un vuelco de 180 grados en los años siguientes. La única excepción se dio al año siguiente de la batalla de Ecnomo (255 a.C.), cuando la flota romana de los cónsules Servio Fulvio Paetino Nobilior y Marco Emilio Paulo, que se dirigía a costas africanas a rescatar a los supervivientes, derrotó a la armada púnica en el cabo Hermeo. Asimismo, en combinación con las fuerzas terrestres, los romanos tomaron en el 254 a.C. la ciudad siciliana de Panormo, una de las grandes aliadas de Cartago en la isla. De resto, los romanos experimentaron victorias irrelevantes y tuvieron que asistir a la pérdida de miles de vidas no ya solo por sus derrotas, sino por terribles tormentas que hundieron cientos de barcos.

Ilustración que recrea a Amílcar Barca en Sicilia durante la Primera Guerra Púnica (Fuente: Arrecaballo)

Como consecuencia del prolongado asedio por mar y por tierra a la ciudad de Lilibeo, en el año 249 a.C. el Senado romano reunió un nuevo destacamento de diez mil remeros y los envió a Sicilia. Contando con éstos, uno de los cónsules de ese año, Publio Claudio Pulcher, decidió atacar por sorpresa y en la noche la principal base de la flota púnica, en las cercanías de Drepana, en el extremo occidental de la isla. No obstante, en la oscuridad los barcos romanos se desviaron y acabaron formando una línea larga y dispersa que delató sus intenciones.

Adhérbal, el almirante cartaginés de la zona, se hizo a la mar con la marina de guerra para evitar quedarse bloqueado en el puerto y eso rompió los esquemas al cónsul. En la armada romana se generó una gran confusión cuando los barcos que ya habían entrado en el puerto viraron bruscamente para salir de nuevo a mar abierto. Esto ocasionó que algunos colisionaran entre ellos y varios rompieran los remos al golpear contra sus propios compañeros. A pesar de que los romanos se esforzaron por reorganizarse y formar una línea de combate de cara a la flota púnica, no pudieron evitar ser derrotados cuando Adhérbal hizo una maniobra envolvente para atacarlos.

La batalla no finalizó rápidamente, pero, desde muy pronto, la superioridad cartaginesa fue aplastante. Muchos barcos se hundieron, encallaron o fueron abandonados, y sólo treinta naves, incluida la del cónsul Claudio, pudieron romper el cerco y escapar con vida. Después de la derrota en la batalla de Drepana se produjeron otra serie de desastres en el mar, por lo que Roma optó por abandonar temporalmente la guerra naval. De esta forma, no encontramos ninguna gran batalla naval precisamente hasta el final de la Primera Guerra Púnica, cuando los romanos vencieron en la trascendental batalla naval de las islas Égates (241 a.C.).

Ilustración que recrea la batalla naval de las islas Égates (241 a.C.) (Fuente: Arrecaballo)

Bibliografía

BARCELÓ, P. (2019): Las guerras púnicas. Madrid: Editorial Síntesis.

CAMPBELL, B. (2013): Historia de Roma. Desde los orígenes hasta la caída del Imperio. Barcelona: Crítica.

GOLDSWORTHY, A. (2002): La caída de Cartago. Las Guerras Púnicas 265 – 146 a.C. Barcelona: Ariel Historia.

ROLDÁN HERVÁS, J.M. (2007): Historia de Roma I. La República Romana. Barcelona: Ediciones Cátedra.

Resumen
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Las grandes batallas navales de la Primera Guerra Púnica
Descripción
De Milas hasta las Islas Égates, pasando por Ecnomo o Drépana, ¿cómo fueron las grandes batallas navales de la primera guerra púnica?
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