Introducción
La Guerra de las Galias (58 – 51 a.C.) es, sin duda alguna, uno de los mayores motivos por los que Cayo Julio César (100 – 44 a.C.) ha pasado a la historia como el personaje más famoso de la antigua Roma. Dentro de ésta, si hay un episodio histórico especialmente relevante ese fue el armado en torno al asedio de Alesia (52 a.C.), que enfrentó a Julio César contra Vercingétorix, el líder galo de la tribu de los arvernos. Por ello, en este artículo vamos a ver un breve resumen de los antecedentes, protagonistas y estrategias de la batalla de Alesia para descubrir hasta qué punto fue un momento trascendental en la historia de Roma.
La batalla de Alesia: Julio César contra los galos
En su conjunto, los habitantes de la Galia llevaban sufriendo desde hace años las consecuencias de la larga permanencia del ejército romano de César en sus tierras. Entre otras cosas, la obligación de alimentar y satisfacer las demandas de tantos soldados y oficiales estaba generando un descontento que no tardaría en explotar. Poco después de la segunda expedición a Britania, la tribu gala de los carnutos comenzó una rebelión. A ella se unieron después los tréveros, los eburones y los nervios.
Las tropas romanas pudieron hacerles frente, pero para César el hecho solo demostraba que había que buscar una solución más definitiva. Así, en el invierno del 54-53 a.C. reclutó tres nuevas legiones en la Galia Cisalpina, de modo que el total de las tropas a su mando llegó a los 50.000 hombres. Con ellas inició una dura política de terror y venganza que buscaba el escarmiento de todas las tribus galas. Paradójicamente, este cambio de proceder no solo no extinguió los sentimientos de oposición a los romanos, sino que los intensificó, les dio una causa común por la que luchar: la libertad.
Vercingétorix, el líder galo de los arvernos
Nuevamente, los carnutos fueron los primeros en tomar acción. En el invierno del 53-52 a.C., sus guerreros masacraron a los comerciantes romanos que vivían en el pueblo de Cenabum (la actual Orléans) y también al hombre que supervisaba el suministro de grano para César. Después, el siguiente en tomar las armas sería un joven aristócrata de la tribu de los arvernos llamado Vercingétorix. Su padre había dominado durante un tiempo gran parte de la Galia, pero fue asesinado por los miembros de su propia tribu y él mismo fue expulsado de la capital, Gergovia. Lejos de rendirse, Vercingétorix reunió un pequeño ejército, regresó a la ciudad, luchó hasta conseguir la rendición de sus rivales y fue proclamado rey por sus hombres.
Una vez consolidado en el poder, Vercingétorix animó a la rebelión a las tribus vecinas. Como resultado, casi todas las tribus de la Galia central hasta la costa atlántica se unieron a él, reconociéndole como su líder. Cabe destacar que, desde el principio, su actitud fue muy diferente de la de otros caudillos galos, puesto que trataba de imponer disciplina y obediencia en su ejército y organizar su abastecimiento. El plan inicial de Vercingétorix era impedir que la Galia central fuera el escenario principal de la guerra, por lo que tomó la iniciativa con un ataque a la Galia Narbonense.
Al comienzo la estrategia resultó acertada, pues César tuvo que acudir a la región amenazada para levantar apresuradamente una serie de fortificaciones defensivas y para movilizar a la milicia provincial. Sin embargo, las esperanzas del líder galo se vinieron abajo cuando César, con aún más tropas reclutadas, se presentó por sorpresa en las tierras de los arvernos, en la Galia central. Ahora era Vercingétorix quien tenía que recurrir a todas sus fuerzas para defender lo que con tanto esfuerzo había construido.
Hacia la batalla de Alesia (52 a.C.)
Con el cambio de planes, el líder galo pensó una nueva estrategia, sencilla pero eficaz, para hacer mella en el abastecimiento romano, su mayor punto débil. Básicamente, esta consistía en una política de tierra quemada para evitar que los romanos pudieran aprovechar los recursos que encontraban a su paso. Partiendo de ahí, el plan también pasaba por destruir ellos mismos un gran número de ciudades para impedir que fueran conquistadas y dominadas por los romanos. La importante ciudad de Avaricum, capital de la tribu de los bituriges, no se acogió a esa posibilidad y al final pagó el precio: primero fue saqueada por los romanos y luego hasta 40.000 de sus habitantes fueron masacrados.
A pesar de todo, Julio César intensificó sus operaciones en la primavera del 52 a.C. Para empezar, dividió su ejército en dos cuerpos: uno dirigido por Tito Labieno que marcharía hacia el norte contra los senones y parisios, y otro bajo el mando del propio César que atacaría la tierra de los arvernos. En este segundo frente, el procónsul se centró en Gergovia, donde Vercingétorix se había hecho fuerte. La suerte no acompañó esta vez al romano, que tuvo que retirarse para unirse al batallón de Labieno. En consecuencia, la posición del líder galo se vio fortalecida y más tribus galas se unieron a la rebelión, creyendo que era posible derrotar a los romanos.
No obstante, Vercingétorix cometió un error que finalmente inclinaría la balanza en la guerra hacia el lado de Julio César. A la altura de la actual Dijon, en el este francés, la caballería gala atacó a las legiones romanas mientras estaban en marcha con su bagaje. Lo que podría haber sido una gran derrota romana por el factor sorpresa se transformó en una gran victoria gracias a la actuación combinada de la caballería germana aliada con las legiones. Forzado a huir, Vercingétorix y sus hombres se replegaron hasta las afueras de Alesia. Allí su destino le aguardaba.
La batalla de Alesia: la estrategia de sitio
La batalla de Alesia tuvo lugar en una inexpugnable plaza fuerte de la tribu de los mandubios situada en la cumbre de una colina en el actual Monte Auxois, en el departamento de Côte-d’Or (este de Francia). Las condiciones del terreno impedían a César pensar en un asalto directo, ya que provocaría numerosas bajas y no garantizaba un triunfo.
Ante este panorama, el general romano se dispuso a asediarla y bloquearla para hacer que sus moradores se rindieran por la hambruna ocasionada. Para lograr este objetivo, mandó construir un anillo de fortificaciones alrededor de la urbe que constaba de una muralla de 17-18 kilómetros de longitud, más de veinte fortines, un foso de seis metros de anchura y campamentos para que sus soldados pudieran descansar.
Consciente de que un ejército galo de rescate se estaba formando no muy lejos de allí, César también ordenó levantar otra línea defensiva de más de veinte kilómetros. Globalmente, las defensas eran lo suficientemente fuertes para que incluso un reducido número de hombres pudiera mantenerlas aunque sufrieran un asalto de calado. De esa manera, la mayor parte del ejército podía dedicarse a buscar víveres con los que sobrellevar el sitio.
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La batalla de Alesia: Julio César contra Vercingétorix
Tras un mes de gran tensión entre ambos bandos, cuando el hambre ya estaba haciendo mella en los galos, el ejército galo de rescate llegó por fin. Según los Comentarios, el total de fuerzas ascendía a 258.000 hombres, entre infantería y caballería, así que es bastante probable que sea una cifra intencionadamente exagerada. Aun así, no cabe duda de que debió ser uno de los ejércitos galos más grandes jamás reunidos. Debido a la heterogeneidad de sus fuerzas, se nombraron cuatro líderes: Comio, rey de los atrebates; Viridomaro y Eporedórix, jefes de la caballería de los eduos; y Vercasivelauno, primo de Vercingétorix.
Al día siguiente de su llegada, el ejército se concentró, con la caballería delante en la llanura y las multitudes de infantería en las pendientes. Al mismo tiempo, Vercingétorix hizo salir de Alesia a todos los guerreros para enfrentarse en la batalla decisiva. Los enfrentamientos se extendieron dos días, con algunas victorias galas pero muchas más romanas. Al tercer día, en vista de que el ejército auxiliar no resolvía la situación, Vercingétorix se reunió con sus oficiales y acordaron rendirse ante los romanos.
La victoria romana en la batalla de Alesia (52 a.C.) no supuso el final definitivo de la Guerra de las Galias, pero ya poco quedaba por hacer ante la supremacía de Julio César. Según los historiadores Plutarco y Dión, Vercingétorix se puso su mejor armadura y salió de Alesia a lomos de su mejor caballo. Al llegar al lugar donde Julio César le esperaba sentado, el jefe arverno desmontó, depositó todas sus armas en el suelo y se arrodilló a los pies de aquel que lo había vencido. Posteriormente, su futuro no sería nada halagüeño: pasaría años encarcelado como prisionero de guerra hasta que pudo servir como el gran trofeo del paseo triunfal de César en la Roma del verano del 46 a.C. Poco después de eso, sería ejecutado.
Bibliografía
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